lunes, 1 de diciembre de 2008

Primer domingo de Adviento

Encontrar motivos y justificaciones es relativamente fácil, de hecho se invierte mucho tiempo en eso -innecesariamente, a mi modo de ver- porque debería ser mucho más práctico, por lógico, hacer uso de la honestidad en vez de tratar de envolver con bonitas palabras alguna realidad relevante.

No es la primera vez que confrontan mi comportamiento con mi asistencia a la misa dominical. Bien valdría la pena indagar sobre la necesidad de asistir al servicio religioso, si eso le competiera a la contraparte para descalificar o calificar momentos de actuar.

El Evangelio de ayer, primer domingo de Adviento, fue corto pero muy productivo, por lo menos así lo hizo ver el padre JAIME PALACIO en la Parroquia de Nuestra Señora del Carmen. Habló, entre otras cosas, del despertar, del estar siempre preparados para la llegada del Señor. Hizo reflexionar sobre lo que es bueno o no para las personas. Específicamente sobre que no todo es bueno para el ser humano, porque no todo es constructivo. Está en el discernimiento seleccionar lo destructivo para hacerlo a un lado.

Ese fue el mensaje más claro de la celebración litúrgica de anoche. Eso me invita, obviamente, a reflexionar: ¿seremos buenos para nosotros?

Amor, te deseo buen día. Que logres terminar las tareas del semestre con toda la satisfacción que mereces.

Javier Rodrigo.

lunes, 10 de noviembre de 2008

Carcomiérndome lentamente
por lo inevitable,
con una lágrima al borde
de la aurícula izquierda,
no me queda -hoy- más que decir
que estoy putamente mamado
de que quieran conquistar a mi novio,
como si el merecimiento me lo
pudieran cuantificar esa
partida de zorros malparidos.
¡Caterva de ladrones ponzoñosos!

martes, 23 de septiembre de 2008

... y perdón, pues!

Por una triste razón y mala coincidencia ya no debo pedir permiso para escribir, aunque me expongo a una andanada de agravios que casi no tengo interés de conocer, menos aún de contestar.

Para retomar el oficio, de pronto una receta que permita la inspiración. Como ya es sabido, mis padres viven hace un tiempo en la ciudad de Barranquilla. Allí cuentan con el servicio y la compañía de una maravillosa mujer -experta en la cocina- que Papá se empeña en llamar Clarita y que a estas alturas del paseo nadie recuerda su nombre de pila. He tenido la oportunidad de aprender de ella algunas preparaciones, que en cualquier caso requieren de mucho amor y alguna dedicación.


Arroz con coco

Plato muy típico de nuestras dos costas, tan lleno de variantes como hay variotipos en nuestras vertientes marítimas. Para empezar hay que conseguir un caldero de aluminio, de esos que son de fondo y paredes gruesas y que hasta hace poco solo se conseguían en las plazas de mercado y en carritos de mercachifles. Hoy ya los hay "de marca" en los hipermercados. Importante que no sea teflonado, para que el producto sea delicioso. La cantidad de coco y de arroz son tan inciertas como la medida del agua que le agregan en nuestra Costa Caribe a cualquier arroz para cocinarse (agua hasta que se "pare" la cuchara), pero trataré de dar una idea cercana.

Ingredientes:
  1. Un coco
  2. Dos tazas de arroz blanco (aunque lo he preparado con parbolizado, también con éxito)
  3. Agua c. s. p. (en farmacopea es algo así como cantidad suficiente para...)
  4. Azúcar al gusto
  5. Sal al gusto
Aquí empiezan el amor y la dedicación: lo primero que se debe hacer es extraer el agua del coco, esperando que sea abundante, que se reserva. Acto seguido se parte la espectacular semilla como mejor le parezca al distinguido lector. En trozos pequeños, junto con la cascarita que lo recubre, se ralla, se muele o se licúa. Para ser prácticos recomiendo esto último, que es más rápido y seguro. No hay en la receta indicación de pedacitos de epidermis digital para enriquecer el plato.

Para licuarlo se usa, además, el agua de coco previamente extraída y reservada. Se procede a la extracción de la leche de coco, que es el producto de la licuadura de la pulpa del coco con el agua, y con más agua que siempre hace falta. El afrecho se puede licuar y colar tantas veces como haga falta para obtener cantidad de leche de coco de suficiente y buena calidad para la preparación.

Yo particularmente guardo la última leche que extraigo para que sirva como "agua" para la preparación final del arroz (cuatro tazas en este caso).

El afrecho -casi insípido y ya muy escurrido- se desecha. La leche obtenida, que pueden ser algo así como dos o tres tazas -aparte de la que he reservado para la preparación final del arroz- se pone a hervir en el caldero, revolviendo de vez en cuando. Esta parte del proceso puede demorar poco más de una hora, hasta ver que en el fondo del caldero empiezan a formarse unos grumos y que -de forma casi mágica- desaparece el agua, para quedar únicamente el aceite del coco con el respectivo titoté, que es el chicharroncito de coco que se va oscureciendo y concentrando con un olor penetrante a dulce de coco que es espectacular. Ese titoté se deja dorar u oscurecer al gusto.

Ya tenemos la base del arroz de coco, que es el aceite de coco y el titoté. Allí se vierten las tazas de arroz previamente lavadas y escurridas y la última leche de coco obtenida, la que hemos guardado para que sirva como el "agua" para preparar el arroz. Se le pone el azúcar y la sal al gusto, en mi caso cuatro cucharadas de azúcar por una y media cucharada de sal, y se cocina como cualquier otro arroz: se deja hervir -olla destapada- en fuego alto hasta que se le ven "ojos" profundos, se tapa bajando el fuego al mínimo y se deja cocer hasta obtener el cucayo (la pega) deseado, que es la única indicación de tiempo que conozco adecuada para la preparación del arroz en una olla que no sea tan desperzonalizante, a pesar de extremadamente práctica, como una automática arrocera fabricada en el lejano oriente.

Cabe comentar que no es conveniente, durante la cocción, revolver más de lo estrictamente necesario, el arroz, para que no suelte almidón que pueda hacer que se apelmase. Aunque hay quienes lo prefieren masacotudito, yo particularmente gusto comerlo muy suelto.

Creo haberme hecho entender en lo que corresponde al amor y a la dedicación.

Como les comentaba, variaciones hay muchas, pues hay sitios u ocasiones en donde se le añade más sal que azúcar, o sólo sal, o algúnos pedacitos mínimos de tocino achicharronado, o coca-cola, o uvas pasas para las fiestas, en fin... para gustos la carta de colores, que en nuestra honorable confederación del arco iris mucha agua pasa por debajo del puente.

Esta preparación es la guarnición perfecta para un pescado fresco frito crocante, junto con ensalada fresca y patacón, o para una deliciosa preparación a partir de cerdo, con puré de papa y ensalda verde, o para unas deliciosa pechugas rellenas, mejor dicho... ¡tengo hecha agua la boca!

A ver si me animo y en estos días cocinamos rico (¿habrá quién invite?).

Entre el tintero tengo también la preparación del congrí -que es la versión más cubana del arroz con frijoles-, las masitas de cerdo, los tostones y la yuca con mojo, que completan el espectro de lo más típico de la cocina de la mayor de las Antillas, sin olvidar, claro está, el irreemplazable mojito (el mismo de La Bodeguita del Medio) o el distinguidísimo daiquirí que se consume con tanto éxito en el Restaurante Florida, entrando a la Calle Obispo, en La Habana vieja. Es que hoy me ataca la nostalgia por lo cubano.

No bien dejo de recordar cintas tan descorazonadoras y aterradoramente reales como Azúcar Amarga (Bitter Sugar), hermosa película de León Ichaso (1997), cuando encuentro Balseros -actualmente dentro de la programación del canal cinema+-, de Carlos Bosch y José María Domènech (2002), documental que destroza el espíritu cuando has tenido la oportunidad de convivir esa realidad que es el verdadero drama cubano, el del exilio, el del abandono incierto del ser querido que -con oportunidad de salir- nunca se sabe cuándo o cómo regresará, si es que tiene la suerte de regresar. Desde aquí mi recuerdo para Albertico, Damián, Karelia, Irán Rafael, espíritus libertarios que tuve la suerte de vivir antes de su partida, no sin dejar de mencionar a todos aquellos que no han contado con la fortuna -para alegría de los propios- de salir corriendo al alcance de panoramas incomprendidos por quienes aún tenemos la suerte de un mundo libre (¿?). Sí, muy a pesar de Bush, Uribe, Chávez, Correa, Putin, etc., que es de todos la culpa.

He tratado de guardar mucha compostura durante este post, pero lo cierto es que estoy destrozado. No logro conciliar la tranquilidad, el poco sueño no me repara los días rotos, las lágrimas no terminan de secarse (nunca he logrado entender que exista en quien puedan acabarse), el dolor se hace inmenso e inconmesurable, palabra odiosa que hoy alcanza para mí su mayor significado. No sé si sean mayores las heridas del cuerpo o las del alma, pero igual son muy profundas, y me declaro culpable, cómplice -incluso-. Dejé llegar muy lejos las cosas, no fui justo con nadie. Nunca sabré, frente a la irreparable decisión, cuál era el mejor camino. Ni si la decisión logrará su cometido. Física y moralmente me es imposible el retorno, aunque no existan últimas palabras, no existen palabras vanas. Ya te sonará a escuchado. Pero es lo más sano para nosotros, es nuestra única verdad posible. No dejaré de sentirlo en mucho tiempo, no bastarán los gritos de la conciencia ni descansará la locura de mi alma. Mucho perdí, lo asumo, pero te ruego que pienses y logres lo que mi lado fue imposible. Que te alcance la vida para perdonarme y la piedad para que me recuerdes en lo bueno, que lo malo se te olvide.


Poema suelto

Me cansé de tu furia inacabada,
me cansé de tu cuerpo irrepetible,
me cansé de tu verga inmarcesible
y de tu rebeldía incontrolada.

Unos pocos días no bastarán
para sellar el final de nuestra desenfrenada pasión irreprimible,
pero entre tanto dolor debe germinar la calma
para que Dios permita tu florecer
sin que yo amaine tu espíritu irreprendible.


Medellín 2007, Feria de las Flores

No pensé poder desconectarme de esa forma, fue un paseo maravilloso. Llegamos en la mañana un día de semana cualquiera, creo que estuvimos allí más de dos semanas. Inicialmente nos hospedamos en un motel del centro, después un amigo nos brindó posada.

Tratamos de conocer la ciudad en detalle, sus museos, sus recorridos turísticos, las líneas del Metro, el Metrocable, las bibliotecas, los parques, creo que casi todo lo recorrimos. Lo bonito, lo bueno, lo no tan bueno, lo mejor y lo peor. Incluso Tobi visitamos.

Los recorridos por oriente y occidente, ¡gracias amigo!, los pueblos, las iglesias, las plazas, el túnel recién inaugurado, Santa Fe de Antioquia, el puente. Nunca serán suficientes las palabras, ni las imágenes, casi ni los recuerdos. Siempre defenderé a Medellín como la ciudad hermosa, con gente hermosa, con barrios hermosos, con vías hermosas, con vida hermosa, con fiesta hermosa.

En la Feria lloré un par de veces: los desfiles de silleteros, el infantil en el barrio La Floresta y el de silleteros de verdad. Es una de las emociones más grandes que he tenido en la vida. Lloré con lágrimas de verdad. La exposición de Orquídeas, pájaros y flores en el Jardín Botánico es algo indescriptible. Mil veces Medellín en Feria de Flores.

Eso sí, todo hay que decirlo. De la amabilidad paisa de antaño, poco. La ciudad crece y, como todo, se despersonaliza. Es muy triste. No te cojan mal parado en la vía, que te vienen los carros por encima. El gusto por comprar y que te atiendan, que antes te daba pena salir sin comprar de pura atención que te colmaban, desapareció. Culpa de los hipermercados tal vez, no sé. ¿La violencia acaso tal vez?

Fuimos y regresamos, felices, aún sonrientes, pletóricos y suficientes de nosotros.

Mil veces Medellín.

Creo que por hoy no hay más.

Como la idea es ponerme al día, falta mucho por escribir, sin embargo creo que la nada despreciable extensión del presente, es una falta de respeto.

Perdón, pues!

martes, 9 de septiembre de 2008

¿de regreso?

Reitero un post de hace mucho tiempo: la nueva literatura es lo que se encuentra escrito en los blogs. No merece la pena buscar en otras partes, a menos que se tenga la inquietud de "recalcitrar" en lo ya trillado, que -hay conmigo- algunos que aún lo hacemos.

Si mi Nené me da permiso, empiezo a publicar de nuevo.

Con profunda extrañeza y gran dolor encontré que de los 142 blogs que tengo indexados en mi explorador, casi la mitad están fuera de servicio. Ahora lo pienso detenidamente, y sucede como con los libros, se escriben, se terminan y ya. Pero el caso es que muchos desaparecieron por completo de la red. No hay cómo releerlos. ¿Memoria refundida?

Beso.