lunes, 18 de diciembre de 2006

De todo un mucho...

Creo que dadas las circunstancias de la fecha, las vacaciones blogeriles propuestas, los caldeados ánimos y la multiplicidad de problemas que extrañamente se han acumulado para esta época, este será el último post del año. Por ahora no tengo muchas ganas de más tampoco. Aprovecharé, por ende, a escribir tan largo como pueda para no dejar tema entre el tintero.


Primero el viaje Bogotá - Pereira



Con Ricardo es la primera vez que hacemos uso del transporte público intermunicipal para viajar fuera de Bogotá. Yo había considerado prudente conseguir los pasajes con suficiente anticipación. El viaje lo programamos para el jueves siete, en la noche de las velitas, pero el miércoles anterior en la noche ya en Bolivariano no había tiquetes. A mí se me ocurrió, ¡absurdo yo!, comprar los pasajes en Velotax, que fue el transporte intermunicipal de cabecera en mi más tierna infancia, cuando viajaba con frecuencia semestral entre Bogotá y el eje cafetero, normalmente por la vía de Manizales. Diez y treinta de la noche sería nuestra hora de salida, transporte expreso Bogotá - Pereira. El día del paseo estuvimos a las nueve y media en el Terminal de Transportes.


Nuestros puestos justamente detrás del conductor, un hombre alto muy alto, casi cuadrado dimensionalmente, acompañado por un hijo alto muy alto, altísimo, y -a cambio de su padre- enjutísimo de figura, de cara casi bonita, con actitud atorrante de adolescente todopoderoso e inmamable, literalmente inmamable. Durmió buena parte del camino encorvado en el piso, justo al lado mío.


Contrario a lo que sucede con los expresos de Bolivariano, no había ningún tipo de aislamiento entre el cubículo del conductor y el resto del bus. Ya cuando abordamos el vehículo, muy cerca de las once de la noche, estridecía una música que haría imposible cualquier descanso a lo largo del viaje. ¡Absurdo yo! Creí que iba a tener oportunidad de escuchar algo bonito durante el camino, aunque se tratara de uno de los ya añejos éxitos de Celedón, pero, ¡absurdo yo!, se trató de un tormentoso recorrido lleno de la música que siempre evito pero que con seguridad mantendría al conductor en sus cinco sentidos.


Mi mayor preocupación consistía en la incomodidad de Ricardo, que nunca ha tolerado la música en las noches, menos aún cuando no es de su gusto. No bien había arrancado el expreso y antes de llegar al primer control, justo a la misma salida del Terminal, él estaba profundamente dormido, como la más tierna versión de la Bella Durmiente del bosque. Le cuidé el sueño todo el camino, dormitando liviano como estaba entrenado para soportar las largas noches de turno en urgencias. Lo acobijaba, le acomodaba la cabecita, le calentaba las manos, le cubría las piernitas, lo consentía aprovechando la complicidad de la noche.


En Ibagué hubo cambio de chofer, sin entrar al Terminal, justo al borde del camino. Antes de cruzar sobre el Combeima, una dama -seguramente embriagada- se mandó contra el bus desde la acera, pero con chofer nuevo "el quite" fue suave y oportuno. Eran pasadas las tres de la madrugada.


A las seis y media de la mañana, después de una cortísima parada en el Terminal de Armenia, hicimos la entrada triunfal en la trasnochadora, querendona y morena ciudad de Pereira. Mi Bebé absolutamente descansado después de una plácida noche de profundo sueño. Yo todo lo aporreado que podría haber quedado después de una aterradora noche de turno de las que ya hace años no me tocan. Había en el ambiente el olor a la humedad de una madrugada lloviznosa.


Pereira - Quimbaya



La noche de las velitas la pasaron, Mary y Fredy, en una finca en Combia, un corregimiento de Pereira que está ubicado sobre la vía que conduce a Marsella. Julianita durmió en casa de una compañerita en el conjunto residencial Ciudad Pereira, que está localizado a la entrada que de Armenia conduce a la "Perla del Otún". En la noche, antes de partir, Ricardo había marcado al celular de su Mamá y de su sobrina para asegurar que tendríamos a dónde llegar. Ante la imposibilidad de confirmar en ese momento, en cuanto bajamos del bus lo primero que hizo fue llamar a Mary que confirmó estar esperándonos en el apartamento. Llegamos y lo primero que recibí fue el apretado abrazo de Fredy, que viene a ser algo así como mi suegrastro. Evidentemente estaba "rascado". Mary, por su parte, no se quedaba atrás en alegría.


Casi inmediatamente salimos a buscar desayuno, Ricardo rebozante de energía, yo anhelando el profundo descanso de dos míseras horas en una cama. Estuvimos en el centro, en la Plaza de Bolívar, tomando lo que cada uno quiso, invitación de mi adorada suegra. Recogimos a Julianita, llegamos, salimos a recoger a Claudia Mary, compras en el Éxito, visita a la tía Sadith, llegamos de nuevo, nos bañamos esta vez separados (je je je, no llega a tanto la confianza familiar), pedimos un almuerzo que se hizo eterno.


Mientras llegaba el pedido de Frisby, curiosamente un vecino le pidió el teléfono prestado a Mary para solicitar almuerzo a domicilio. ¡No lo podía creer! Era Gary Tovar, un auditor médico con el que tuve oportunidad de trabajar en Villavicencio. Aunque yo sabía que él había empezado algún trabajo con la Clínica Risaralda, jamás imaginé que fuera el vecino del apartemento frente al de mi suegris. Hablamos de lo lindo, me comentó de sus planes, de lo bien que le ha ido allí, de la salida de Villavicencio, de las llamadas del HP Jaime García Roa para ofrecerle nuestros puestos y salarios, en fin. Muy curioso el encuentro, muy agradable saber que se le valora a uno profesionalmente aunque eso no produzca los frutos que uno esperaría. Esperaré volverlo a ver pronto, espero la pronta recuperación de su señora que tuvo que ser operada de urgencia en la Fundación Valle del Lily en Cali por una urolitiasis. Espero que tenga junto con su familia una muy feliz Navidad y que el próximo 2007 llegue cargado de prosperidad. Sonó a frase de cajón, pero de verdad lo deseo para él. Pueda ser que no me equivoque.


Nos habían programado convenientemente para ir a ver el alumbrado en Quimbaya, un paseo megafamiliar. El percance, que no podía faltar, consistió en "coger" un hueco cubierto por un charco y reventar la llanta. Terrible, perdí puntos a pesar de estar conduciendo el 626 de la suegra como un príncipe. Pero en medio de la pertinaz llovizna, llegamos, parqueamos y anduvimos todo el pueblo.


A pesar de haber oído bastante de la belleza de esta fiesta, nunca había tenido la oportunidad de verla. La mayoría de sus calles literalmente se tapiza, entre las siete y casi las diez de la noche, de hermosos faroles con los que cada cuadra compite en creatividad y colorido. Es precioso el espectáculo, opacado un poco por el desorden de los transeuntes para hacer el recorrido. Deliciosas ventas callejeras, obleas rebosantes de arequipe y otros dulces, ensaladas de fruta ingeniosísimas y el licor de la región que no falta. La visita a los familiares que, de no ser por la ocasión, seguramente vivirían abandonadamente olvidados. En fin, todo un show de placer no propiamente sexual, a pesar de haber jugado buena parte del recorrido con acariciarle las bolitas a mi Bebito sin que nadie más se percatara.


Para el camino de regreso, igual que el de ida, escogimos la vía por Alcalá, entrando a Pereira por San Joaquín, bastante curva pero sin peajes. En términos generales, y a pesar del percance de la llanta, todo según lo esperado. Llegamos, dejamos a la gente en la casa y Ricardo y yo salimos a dar una vuelta por la ciudad para apreciar el alumbrado navideño, muy lindo por cierto. De regreso me quedé dormido, estaba rendido. Mi Bebé se burló de mí, pues se trocaron los papeles. Recogimos a Julianita, que se había refundido con alguna otra familia del camino, cenamos alguna cosa exquisita y directo a dormir. Me sentía de recoger con cucharita.


Esa noche, en medio de la rendidez cansada, desperté sobresaltado al sentir que Ricardo se abalanzó sobre mí sin saberse despierto todavía. Hizo tanto ruido que tuve temor del despertar sombrío de alguien de la casa. Pero al parecer el sueño profundo rondaba el resto de espacios familiares. Yo estaba muy cansado como para oponerme, además nunca suelo hacerlo. Según términos que usaría el Bizcochito, me dio una maceteada que me dejó como para no poder caminar. Y tuve, gracias a una mamada espectacular, una venida como si tuviera leche acumulada de varios días atrás. Creo que solo en el momento de las múltiples eyaculaciones, fuimos plenamente conscientes del delicioso rato.


Esa mañana, la del sábado, desperté y ya estaba Mary preparando desayuno. Yo con ganas de entrepiernarme otro ratico junto a mi Bebé, pero fue imposible. Ya todo estaba fríamente calculado para hacernos levantar a todos. Por poco, en una de sus entradas a la habitación (olvidé asegurar la cerradura), me pilla sobre Ricardo.


Desayunamos, recibí la visita de una amiga de Mary que deseaba consultar sobre la posibilidad de contornear su cuerpo, frijolada de almuerzo, baño, en la tarde ir de paseo al centro comercial, comer helado, paseo por MegaBus hasta Dosquebradas, mojarnos con la impertinente lluvia decembrina, compra de los ingredientes para el postre que ofrecimos, casa, preparar postre y esconderlo para que mi suegrastro, que es bastante menor que yo, no lo probara antes de tiempo y salida para Termales.


Las Termales de Santa Rosa de Cabal fueron las primeras que conocí en la vida, incluso antes que las de Paipa. El sitio más tradicional para disfrutarlas es el Hotel Termales, ubicado a once kilómetros de la Plaza central del pueblo, que a su vez está localizado muy cerca de Pereira, por la vía que conduce a Manizales. La carretera, extrañamente, estaba poco transitada, y desde el Alto de los Madrazos (Alto de Boquerón, desde donde se divisan simultáneamente las ciudades de Pereira y Manizales) tuvimos una maravillosa visión reveladora de mi pasión por la región cafetera.


Llegamos al hotel, pagamos el ingreso, nos cambiamos y disfrutamos de esas hermosas instalaciones hasta pasada la media noche. A Julianita le encantó el paseo. Claudia Mary estaba que no se cambiaba por nadie. Ricardo y yo disfrutamos de lo lindo observando el abdomen achocolatinado de un par de especímenes preciosos, que bien nos quitaron el aire buena parte de la noche. El contraste entre el agua ardiente y el chorro helado nos reconfortaron. Una de las mayores ventajas de esas aguas es que no tienen el pesado olor del azufre. Su color es levemente rojizo por la presencia de hierro y cobre. Se pasa delicioso. De regreso en Pereira, nuevamente cenamos alguna cosa deliciosa en un sitio que le encanta a mi Bebé y quedamos fundidos en el más relajante de los sueños.


El domingo el desayuno impertinente, mi suegra insistiendo en la conveniencia del calor salvaje para aprovechar la comida, Fredy cada vez más impertinente en acciones y comentarios. Pensé en que a pesar de la reciente pelea con mi hermana y mi Mamá, el paraíso familiar era irrepetible gracias a nuestro silencioso convivir mudo. Gracias dí al cielo sin esperar que me escuchara.


Con la excusa de esperar la visita de una sobrina política de Mary, que quiere operarse el contorno, truncamos buena parte de nuestro día. Aprovechamos un ratico después del baño para tirar deliciosamente, esta vez yo enculándolo a mi Bebé. Se anunció para las once de la mañana, se reportó desde Tuluá a la una de la tarde. A las tres y media pasadas llegó impertérrita y me tuvo casi hasta las cinco ocupado en detalles de su posibilidad quirúrgica. Por poco convulsiono. Así pretendía Mary también que la acompañaramos a un baby shower antes de partir hacie el Terminal para regresar a Bogotá.


Por fin Bogotá



Los dejamos, a ella y a Fredy, en donde Nohra Rodas, muy querida ella. Fuimos al centro comercial Pereira Plaza, comimos alguna cosa consistente, corrimos a recogerlos, nos llevaron sobre el tiempo al Terminal. Por fortuna, pensé yo, habíamos comprado con anticipación los pasajes de regreso, en Bolivariano. Yo había guardado el tiquete como el más preciado de los tesoros. Entramos corriendo, yo me paré con la maleta cerca de la puerta de embarque al Scania que nos traería de regreso a la capital. Sentí, en medio del tumulto, el llamado angustioso de Ricardo desde el aparador de atención de la empresa. Sí, compramos el tiquete con tiempo, pero para una fecha distinta, nuestro bus había salido veinticuatro horas antes con nuestros puestos desocupados. !HORROR! No lo podía creer. Afortunadamente a las nueve de la noche salía una buseta en servicio expreso hasta Bogotá. Puestos separados, no había otra posibilidad. Eso sí, muy en punto de las nueve arrancamos. Antes de pasar por la rotonda en la que queda ubicada La 14, Ricardo estaba roncando. ¡Tan divino mi Bebé dormilón! Este viaje sí un poco más cómodo, sin música, sin arandelas. A las cuatro de la madrugada estábamos tomando el taxi que nos llevaría hasta el apartamento, con el tiempo justo de desempacar maleta, alistar baño y salir corriendo a cumplir la jornada laboral que a cada uno de nosotros nos tocaba.


Balance del paseo: muy aceptable sin haber sido excelente. Pasamos rico: dos objetivos cumplidos, el alumbrado de Quimbaya y las Termales de Santa Rosa de Cabal. Dos pendientes: el parque temático y la trucha en el Valle de Cocora. La mitad no está mal, más teniendo presente que es mucho más de lo que normalmente podemos disponer de nosotros en Pereira.


La presentación en sociedad



Durante la semana no se hizo mucho que merezca ser contado. Cambiamos la representación legal de la empresa con la que estamos peleando, Ricardo dañó el portátil de la oficina regando una aguapanela encima, ires y venires con abogados, la tiradera normal de siempre, en fin, nada de interés supremo. Sin embargo el miércoles llegó una invitación para subir a El Clóset el día viernes, para seis personas y como regalo recibiríamos una botella de licor. Confirmé e invitamos.


Germán, Leonel, Ángela, Ricardo y yo fuimos los depositarios de la invitación. No encontramos (¿o no quisimos buscar?) un sexto. Salimos del apartamento de Germán, en donde previamente habíamos cenado pasta rellena de carne acompañada por un pesto delicioso y albóndigas en salsa de tomate. Mi Bebé, por su parte, tuvo que contentarse con unos emparedados de pollo enlatado, que a la postre salieron más ricos que todo el resto. Encontrar a Leonel fue todo un programa, por poco y llegamos tarde. Se perdió en la estación de Ricaurte y ya podrán imaginar que para darle indicaciones Ricardo hizo alusión desde el plano cartesiano hasta la ubicación de los a esa hora invisibles cerros orientales bogotanos. Para un retoño de médico bumangués, ese tipo de orientaciones no son de mucha utilidad. Somos oligofrénicos por naturaleza, de otro modo no habría cómo explicar que se nos ocurra estudiar la cada vez más vilipendiada y degradada profesión liberal, con la pretensión de curar cosas que comprendemos incurables cuando ya echar para atrás sería más osado que lograr tan siquiera el anhelado cartón licencia para matar. Pobre Leo, pobres nosotros todos los médicos. En fin, a lo que vinimos vamos.


Llegamos a la discoteca, el casting muy flojo, la música inmejorable, encuentro con varios amigos y conocidos, abrazos, bailoteos, poco licor (entre los cinco bebimos menos de media botella), mi Bebé muy contento, Angelita imparable (¿a quien en sus cinco sentidos se le ocurre -el día de su cumpleaños- cambiar una maravillosa fiesta con orquesta y parrando vallenato incluido, por subir a mariquear a La Calera con un amigo y un trío de apenas conocidos?), Leonel a la expectativa de todo lo que pudiera suceder, yo medio mamado pero contento a pesar de haberme cruzado con una de mis más agudas culebras. Bajamos de allí casi a las tres de la mañana. No dejaba de rondarme en la cabeza el anuncio que Ricardo me hizo cuando nos encontramos en donde Germán empezando la noche: "mañana tenemos almuerzo donde mis compañeros de trabajo".


Cuando las cosas le estaban saliendo tan mal a mi Bebé ese viernes fatal de oficina, entre otras cosas por el daño del portátil en el que adelantaba su nuevo proyecto, su compañero de labores no dejaba de atormentarlo con una invitación a almorzar el día siguiente en su apartamento nuevo para estrenar los muebles que recién acababa de comprar. El motivo del tormento era el requerimiento de llegar con la novia, a lo que Ricardo nada respondía. En medio del agobio y del mal genio por lo acontecido les dijo, a Diego Armando su compañero y a Javier Andrés su líder de proyecto, que no lo jodieran más, que él no tenía novia, que de eso nunca había usado porque desde niño tiraba sólo con novios. No se hicieron esperar las indagatorias al respecto, que él con poco ánimo resolvió una a una hasta llegado el momento de la salida, cuando se despidió hasta el próximo lunes, siendo increpado por el presunto anfitrión para que no faltara a la cita ese sábado muy en punto a la una de la tarde, acompañado por su cirujano de cabecera.


Yo no sabía qué decir ni qué pensar. La famosa reunión, en la que cada uno estaría acompañado por su "dama", podría pasar a ser todo un desastre, precisamente por todo el desplante al que nos tienen acostumbrados los heterosexuales, más dentro de ambientes de absoluta masculinidad como son normalmente las oficinas. No yendo muy lejos, la noche del jueves, cuando se disponían a ir a la fiesta de Navidad y de fin de año que ofrece la empresa, Javier Andrés comento su incomodidad, la de sus congéneres y familiares por tener de nuevo vecinos al Centro LGTB que la Alcaldía Mayor de Bogotá, junto con otras entidades inauguraron esta semana en la localidad de Chapinero. "Porque la mariconería siempre trae detrás a las putas, a la corruptela y a la degradación". ¡Cerrados heteros!


Me arreglé dentro de la informalidad lo mejor que pude, le pregunté sobre la actitud que esperaba asumiera frente a sus amigos, le sugerí que lleváramos vino y postre como un par de buenos maricas, le rogué que llegáramos temprano o que llamáramos para justificar el retraso.


Pasada la una y media de la tarde llegamos al lugar. Fuimos recibidos por Diego Andrés y su amiga con total naturalidad. Muy queridos, muy puestos todos. No llegaron los muebles, no llegó la nevera, mejor dicho, con suerte se pudo preparar la pasta con salsa de carne, que mi Bebé acompañó solo con parmesano. Al rato llegaron Javier Andrés y señora. Muy simpático él, la tenía viva pues había bebido hasta bien entrada la mañana. Enamorado de su mujer, un straight muy extraño en su proceder de pareja. Nos agradó mucho su actitud. Pasamos una buena tarde, hablamos de todo un poco (menos de trabajo), reimos mucho, pasamos bien. Creo haber pasado la prueba aunque mi Bebé no ha hecho comentario alguno. Diego Armando es un llanero muy, pero muy bonito, sueño húmedo de much@s. Javier Andrés es un rolito risueño, buena persona, arrollador si se lo propone, algo homofóbico, no lo puede negar, pero respetuoso de los espacios y las personas. La amiguita de Diego Armando una pereza, desgarbada, sin gracia alguna. La esposa de Javier Andrés muy neutra, una flaca bonita, ni fu ni fa, una fiera en su casa, lo tiene marchandito. Je je jé. Lo mismo dirán de Ricardo, me trae alineadito (¡jamás alienado!).


El vino y el postre cayeron como anillo al dedo. Fueron buena elección.


Ellos se fueron para casa de Javier Andrés a hacer la primera novena, nosotros caminamos hasta casa de Germán a buscar qué hacer de sábado en la noche.


La rumba en el Restrepo



De unos días para acá hemos venido experimentando rumba fuera de nuestros escenarios naturales. Así bien empezamos a visitar lugares en Chapinero, pasamos un par de noches por la Primera de Mayo, esculcamos poco a poco los rincones que encontramos en las guías gay de Bogotá. Pues bien, el sábado nos fuimos para el Restrepo a buscar rumba gay. Quedamos impresionados por la cantidad y variedad de lugares, que acogen todo tipo de música y usuarios. Sin embargo el único lugar "de ambiente" que encontramos fue todo un desastre, con gente espantosa, música malísima. Salimos despavoridos, preguntando a "babor y estribor" por más posibilidades, pues en una guía de Internet aparecían al menos seis lugares, dos de los cuales rezaban "exclusivo para mujeres", y esos fue los únicos que encontramos. A las once de la noche, después de caminar en círculo completando, diría yo, unos cuatro kilómetros, decidimos ir a Chapinero. La rumba allí no nos apasiona, sin embargo estamos en la aventura de conocer y descubrir. Pinky y Cerebro, decía Germán.


En la esquina de la calle 63 con 13, después de parquear el carro frente al bar de Fercho´s, en la 64 con décima, entramos a Plataforma. El primer intento fue para entrar al desaparecido Ra, que le dió paso a otra nueva versión de Metro (una más, nuevo intento de Jairo), con barra libre por diez mil pesos hasta las tres de la mañana. No quisimos pagar el cóver para no tomarnos lo que no nos queríamos tomar. Entrar a Dark era ya muy tarde, la culiandanga estaría a esa hora bastante avanzada y con las primeras deserciones por agotamiento. Probamos entonces en Plataforma y nos gustó. Un tercer piso, espacio muy amplio, música interesante, cóver barato, gente normal; nos tocó una pelea de un anciano con un putico, jejeje, o al menos eso parecía. El muchacho no quería demostrar cariño a su patrón, y éste -muy molesto- mechoneó el escaso y ralo cabello que escondía el jovencito bajo una desteñida gorra. Se levantó el primero, partió despavorido el segundo.


Con mi Bebé bailamos su música loca, con Germán el tropical bailable que tanto nos gusta. Cerca de las dos de la mañana estábamos todos realmente cansados, por la infructuosa caminada del Restrepo, y a dormir tocó.


El domingo de madrugada el primer polvo, me sentí casi deliciosamente violado, en similares circunstancias que la primera noche en Pereira, esta vez con mucho KY de por medio. En la mañana un segundo polvo, antes de bañarnos. En la tarde, justo antes de salir para la novena a la que nos habían invitado Mauricio Enrique y Andrés Bonito, el tercero, delicioso, mucho semen desperdigado. Este tercero tuvo la culpa de que se nos dañara el postre que aportaríamos para la popular reunión. Un delicioso flan, se secó el agua del baño maría, y se echó a perder cuando estaba casi perfecto. Culpa de las hormonas. ¿Solución? espantosas galletas de la panadería de la esquina. Mucha tristeza, mucho dolor de cocina pero nada que hacer.


Este fue un verdadero domingo de descanso, la mayor parte entre la cama, un rico almuerzo con una torta de tornillos que algún día postearé, sexo reposado, algo de TV. Periódico y a descansar temprano.


Mi pipí



Hace cerca de un mes, si mal no estoy, Tilo preguntó acerca del apelativo con que cada quien se refiere al miembro viril que anatómicamente recibe el nombre de pene. Pipí es el mío, y el de mi Bebé, que ya no sabemos cuál es el de quién, si del que lo usa o lo disfruta, en fin...


Lo describo a sabiendas de convertirme en objeto de todo tipo de burlas y comentarios mal intencionados. En su máximo estado de flacidez, por ejemplo en presencia de frío o en medio de un ataque de pudor extremo, es casi invisible, escondido entre los abundantes pendejos de mi región inguinal. En reposo normal, su tamaño creo que no sobrepasa los siete centímetros, muy arrugadito, del mismo color -acaso un tris más oscuro- que el resto de mi piel. En erección suprema jamás ha sobrepasado los catorce centímetros, medido desde su raíz más profunda. En realidad trece, nunca he llegado a más. Y que nadie me diga que ejercitarlo a punta de pajazos lo hace desarrollarse por encima del promedio, que de ser así -con la actividad a la que permaneció sometido desde casi los diez años, ocasionalmente hasta seis veces en veinticuatro horas- sería yo hoy el mejor dotado de los adonis sin par en este valle de lágrimas. El diámetro, por qué no reconocerlo, sí está un poco por encima del promedio. De hecho nadie, hombre o mujer, se ha quejado hasta ahora porque le falte o porque le sobre. Y aunque el tamaño sí importa, creo tener lo suficiente para que sirva para lo que quiero y necesito, sin llegar a ser objeto de algún tipo de admiración extrema.


Pues bien, bastante frecuente es entre nosotros jugar con el pipí. Que cuando nos acostamos, que me lo tocas y te lo toco, que cuando nos bañamos, que te lo lavo, que me lo lavas (¡ayyy!), que cuando coqueteamos íntimamente, que te lo beso, que me lo besas. Que con sexo vulgar, atroz, soez y descarado (exquisito), que me lo mamas y te lo mamo. Incluso hasta tragarnos la leche disfrutamos.


Esta mañana, saliendo de la ducha, mi Bebé jugó a acariciarme el cuerpo. Yo me excité, lo que no es para nada extraño. Entonces jugó a descapullarme el glande, que me da mucha impresión por sentirme desprotegido entre sus dedos (otro detalle, sí, soy incircunciso, y qué, es delicioso). No aguantando yo la manipulación forzosa, dispuso la misma tarea esta vez entre sus húmedos labios. Me hace dar grititos de placer, lo confieso. Se puso en cuatro, arremetí en su culito, que como siempre logró deslechar mi pipí, que siempre tiene ganas con él. Con otro no me funciona. ¡Soy impotente!


A pesar de lo chiquito que lo tengo, me encanta verlo crecer, siempre he sentido eso muy excitante. Colocar la mano sobre una verga dormida y sentirla lograr su tamaño me encandila, me pone a volar. Mi Bebé me encanta, adoro a mi Bebé, espero que no se moleste mi Bebito por revelar estas cosas horribles y espantosas. De hecho espero que este post esté tan mamón de leer que nadie, ni mi Bebé bonito, llegue hasta aquí para mirar estas sandeces.


...



Vacaciones corticas pero sustanciosas. Navidad en Medellín con Marco T. y futuro marido. Llegaremos el 23 para rumbear de lo lindo entre paisas sabrosones. Año Nuevo con la familia de Ricardo en el eje cafetero. Llegar a trabajar la primera semana de enero, para recomenzar con muy buenos ánimos el que ojalá sea un año próspero de verdad. ¿Que de verdad habrá para mí un año próspero en la vida?


...




La pelea con mi hermana paso a ser con mi hermana y con mi Mamá. Con mi hermana no hablo, evitamos cruzarnos. Con mi Mamá no es justo, pero ahí vamos mejorando, que no se me quita el rencor en el corazón. Ojalá las novenas familiares logren algo.


...




Que el celular que tenía en uso era de mi hermana, tocó devolverlo, pero mi Bebito me regaló celular nuevo, de Tigo, a quien tenga Tigo que me escriba al privado y hacemos conferencias.


...



Que mis mejores deseos porque logren sentir de verdad el espíritu de la Navidad en compañía de todos aquellos que escojan como seres queridos; que los amigos son hermanos que se escogen, que la familia es la que nos toca pero lo único incondicional que en realidad de verdad existe, hay que quererla aunque no nos quieran a nosotros.


...



Que me mamé de escribir, que esto está muy largo, que felicidades para todos y que espero nos veamos, literalmente hablando, el próximo año. Un abrazo fraterno y un beso perverso para todos.


...



Que gracias por las nominaciones a los nominadores.


...



Que el nuevo blogger de El Tiempo me pareció peligroso, radical y no me gusta.


...



Que se me siguen ocurriendo cosas.


...




Mi Bebito, que te amo.


jueves, 7 de diciembre de 2006

Con rencor en el corazón

Anoche, me enredé en una discusión con mi hermana porque pretendí defender a mi sobrinito, porque -como siempre- le encanta hacerlo llorar. A garganta llena me gritó marica, delante de mi Bebé, de mi sobrino, de mi Mamá y de mi nana. A nadie, de los que viven en el "hogar", le importó ni mierda.



Solo me restó salir, llorar, rabiar. Perdóname Bebé.



No me importó que me mariqueara, me importa más que maltrate a mi pequeño. Igual nadie hace ni mierda.



Hoy borré su cuenta de mi PC. Y seguiré esperando que se pudra. Tengo odio en el corazón.



Perdona, célebre inmortal, la verdad de lo que sucedió fue eso. Perdona.



martes, 5 de diciembre de 2006

La ducha de esta mañana

Antes algunos comentarios muy particulares, el primero para agradecer el saludo de felicitación de Pe-Jota por el onomástico que compartimos el pasado tres de diciembre. Efectivamente, tocayo, aquí no es común celebrar estos acontecimientos, sin embargo la coincidencia con el día Panamericano del Médico, hizo que mi familia preparara un delicioso pie de manzana que, junto con mi Bebito, disfrutamos al máximo. Espero que tu celebración, cómplice, haya sido en grande.



El segundo para destacar una visita muy especial, de un artista plástico argentino -Hector Toscano- muy valiente, grandísimo como persona, que se atreve a lo que a muchos aterra. Mi admiración y mi reconocimiento público. Mil agradecimientos por tu comentario, inmerecida visita a mi rincón bloggeril.



Quedé encantadísimo con Homo-sapiensis por el abrazote paisa que me "propinó". Tengo debilidad patológica por los paisas en general y por los medellinenses en particular, no imaginas cuánto (¿celos de mi Bebito?). Para mí son "raza" especial.



Mi, nuestro, ofrecimiento en lo que se pueda requerir para lo que se pueda ofrecer para un eventual encuentro de los mejores bloggers del planeta. Disposición incondicional y absoluta dado que los deseos de nuestros "colegas" son órdenes y música para nosotros (¡zalamería directa y franca! ¿Algo me traeré, nos traeremos, entre manos?).



...




Ahora sí la ducha de esta mañana, que como todas las anteriores, se inició de la forma acostumbrada: JavieRodrigo:., yo, se levanta, me levanto, me encierro a miccionar y/o deposicionar (¿mejor que orinar y/o cagar?), alisto el baño (temperatura, shampoos, jabones, implementos de afeitar), destapo la desnudez de mi Bebé, preparo sus chanclas de caucho al pie de la cama para que no apoye sus pies cálidos en el frío intenso de la baldosa, lo levanto de la mano, entro a la ducha, él a sus necesidades matutinas mientras yo humedezco el cuerpo y termino de preparar las condiciones del baño. Entra mi Bebé. Humedece su bello cuerpo.



La particularidad de hoy es que lo noto un poco más modorriento que siempre. Le pregunto que si se enjabona primero o que si yo me enjabono. Normalmente, si no es día de afeitada -como hoy- me enjabono yo primero. Sin embargo su modorra no me daba espacio, la ducha es realmente estrecha. Me miró y dijo "enjabóname", a lo que procedí sin comentarios. Primero el jabón de la cara -hoy no le tocaba shampoo- que es medicado de avena para controlar el acné juvenil (tan lindoooo mi Bebé), después el jabón del cuerpo, haciendo el énfasis especial, necesario y rutinario en su culo y en su dormida verga.



Terminando de enjabonar sus pies, inquirió que su pipí no estaba bien lavado, pero cómo, si lo lavé bien, me dijo no repite que me hace falta, pero si te lo lavé suficientemente, te embadurné el jabón de siempre, pero que no si no se me ha parado. Je je jé, me dio mucha risa y comprendí. Se lo enjaboné hasta obtener el despertar certero e inquietante.



Mientras se enjuagaba el jabón, yo me enjaboné lo que alcanzaba, pidiéndole que me untara la espalada, que ayer con la febrícula había sudado de más y quería sentirme muy limpio. Con el cariño de siempre, me acarició, me embadurnó. Y mientras yo descapullaba mi pene para lavar el glande y el surco, se empalagó manualmente con mi verga, que respondió de inmediato. Terminé de excitarme al escuchar las onomatopeyas sexuales con las que demostraba cómo disfrutaba tenerme a su merced. Me retiré, di media vuelta y terminé de bañarme.



Nuestro juego sexual repetido.



No pasó más, nos habíamos levantado justos de tiempo entonces no podía pasar más. No nos preocupaba que pasara más. Seguimos deliciosos. Despertando la misma pasión el uno por el otro. Unos días él más que yo, la mayoría de las veces yo más que él.



...




De nuestro próximo viaje a Pereira empezaré por comentar el itinerario original. Viajaremos el jueves de las velitas, cuando Ricardo salga de la oficina, pasadas las cinco de la tarde. Espero que tengamos todo listo desde la noche del miércoles. Llegaremos en la madrugada del viernes, en bus, el carro no está como para pasar la Línea y la economía familiar no da para aeropuertos. Dormiremos hasta entrado el medio día. Desalmuerzo (¿brunch?), paseo a Salento, Valle de Cocora, almuerzo vespertino con trucha y patacones. Terminando la tarde (¿o empezando la noche?) camino a Quimbaya, a disfrutar su incomparable iluminación prenavideña. Caminaremos, beberemos uno que otro aguardiente, bien entrada la noche cenaremos algo callejero y retornaremos a Pereira.



El sábado a hacer el recorrido de los parques cafeteros, tengo gran interés en Panaca. En la noche, buscando un relajante descanso (no todos los descansos son relajantes, estarán de acuerdo conmigo) iremos a las Termales de Santa Rosa, las tradicionales. A las de San Vicente, más si no se conocen, es mejor ir de día. Pasada la media noche, camino a casa.



El domingo, preparar almuerzo familiar (flan de melocotón y vainilla como postre), saunazo en la tarde, viaje en la noche para llegar el lunes, Ricardo a trabajar, yo a pelear entre y con abogados.



Julianita, la sobrina de Ricardo, hija de Claudia Mary, la hermana mayor de mi Bebé, comentó que Mary, mi suegra, quería "dañar" nuestro paseo ya con varios días anunciado, porque prefería que fuéramos el siguiente fin de semana, para coincidir con la presencia de varios primos en la trasnochadora, querendona y morena. Mi Bebito, muy acertadamente comentó, que sin importar lo que hiciera o dejara de hacer o de decir la Mamá, íbamos para Pereira con un plan muy bien programado. Con ella o sin ella. "Aquí a las nueve se tira, con marido o sin marido a esa hora se tira".



La última llamada de Mary, parece reducir nuestro paseo a una finca cercana a Pereira y una visita familiar en Armenia. Amanecerá y veremos, en fin, representará un ahorro, de pronto. Pero en Pereira nos vemos, jejejejejé.



...




Mi Bebito, qué rico soñar contigo.


jueves, 30 de noviembre de 2006

El aroma ferozmente sexual de tu cuerpo

El lunes en la noche, a pesar del cansancio compartido y de tu intención de reservar las lides del amor únicamente para las mañanas, mientras revisabas las noticias del periódico, me permitiste consentir graciosamente tu hermoso culo, tan solo forrado en tu siempre excitante interior de algodón.




Me dediqué, primero soslayado y tímido, después poco más que descaradamente, a pasar mis manos enceguecidas, mi cara entumecida por la turgencia de tus arrogantes y altivas nalgas.




Mi atrevimiento osó distraer tu concentración en la prensa, para permitirme posar los hoscos dedos por entre la raja. Incluí casi al simultáneo mi boca y mi nariz husmeando el hoyo que me permitiría depositar un ósculo en tu intimidad profunda.




Te abandonaste a mí, a pesar de la hora, perdonando mi alevosía, arrojando el calzoncillo. Me diste a probar las mieles de tu verga, ya irremediablemente erecta. Me permitiste tragar el escroto lleno de la voluptuosidad de tus bolas cargadas de placer sombrío. Le abriste espacio a mi lengua para acariciar lubricando el preámbulo de tus entrañas ansiosas.




Asumiste la posición, pediste completar la lubricación y yo -solícito- embadurné mis dedos para preparar el introito. Así, desnudo, emprendí el camino a tu sodomización preciosa. Me revolqué en tu interior, eyaculé media vida, la otra media la reservé para que -escarralado de piernas- completaras el vaciamiento de tus efluvios testiculares.




El desfogue sólo nos dio tiempo de apagar la luz, cerrar la TV y arropar nuestros cuerpos enmarañados en la pasión de la noche. Me repetiste, reiteraste de hecho, casi a reclamo, que la mañana era mejor cómplice de nuestro juegos perversos.




...




Después de afeitarte, esta mañana, en medio del jabón de la ducha, me permitiste el encanto de -acaso tal vez- el mejor de los besos.




Adquiriendo una posición lasciva, gritaste a señales que enjuagara tu culo. Mi mano, decidida y firme, no pudo evitar la erección producto de tu irreverente afrenta. Después rogaste que inquiriera en tu sexo, para lavarlo a fondo. No toleré y me embebí de nuevo en tus apasionados labios.




En la cama probamos, cada uno y ambidestros, la fortuna del aroma perdido que solamente tú y yo reconocemos. Nos vinimos a mares, cada uno en la entraña del otro. Sin rastro, sin mancha, así lo vivimos. Así lo sentimos.




...




Esto, Señores, es lo que amarra mi erección a su cuerpo. Lo que limita mi respuesta a su aliento. Lo que inhibe mi instinto al ajeno. Amén




viernes, 24 de noviembre de 2006

Flan de melocotón y vainilla

- 1 pocillo de azúcar blanca o morena
- 1 lata de melocotones en almíbar
- 1 lata grande de leche condensada
- 1 lata (la misma medida anterior) de leche entera
- 4 huevos
- 1 cucharadita de esencia de vainilla
- crema de leche al gusto
Se acaramela la flanera con el azúcar y medio pocillo de agua, a fuego alto, hasta que tome un color oscuro y consistencia de caramelo. Se deja enfriar.
Aparte se escurren bien los melocotones y se parten en octavos.
Se licúan la leche condensada, la leche entera, los huevos y la vainilla.
Se vierte la mezcla en la flanera, junto con los melocotones partidos. Se tapa bien y se pone al baño maría por cuarenta y cinco minutos. Se retira del fuego, se deja enfriar bien, ojalá de un día para otro, y se sirve adornado con crema de leche fresca.
Este postre lo preparamos Diana Victoria y yo, para mi Bebé y para Deyder Jovan, su bonito compañero de clase, con el que estudiaron antenoche para un examen final. Quedó delicioso. Adicionalmente hicimos una jarra de café para que estuvieran despiertos lo suficiente para leer el tema. Es que está medio trasnochador, como nunca, mi Bebito con el final de semestre. Por fortuna ya se acaba -porque, o se acaba el semetre, o el semestre acaba con él-. Pero le ha ido muy bien, ha estado contento con el resultado de sus notas.
Esa noche, es decir, esa madrugada los hice acostar pasadas las tres de la mañana. Ayer ambos, todos nosotros, debíamos madrugar, entonces había que descansar un poco.
Desde hace días vengo pensando en el tema de este post, que quiero dedicar a Ricardo, pero Joey se me adelantó dedicándole el suyo a su Monstruico. Casi sería suficiente adherirme a lo posteado en Franja Rosa. Pero tratemos a ver...
Cuando conocí a Ricardo, yo tenía un enredito con un muchachito muy lindo -Diego-, de 18 años. Tenía un cuerpo escultural, la lozanía de los años mozos -adultez recién adquirida-, una cara preciosa y unos bríos sexuales que con cada abalanzamiento cabalgante me hacían estremecer. Uno de esos noviecitos para hacer gala. Igualmente tenía el corazón aún empeñado en una relación perversa - Alfredo Antonio- por la que casi me enloquezco. Se trataba de un nariñense, exactamente natural de Contadero que, no sé qué me dió, pero me puso a volar bajito. Hice hasta lo indecible por él, siendo un hombre comprometido: le saqué y pagué apartamento (en donde no lo podía visitar porque de repente estaba con el marido), le compré todo tipo de adminículos, dejé el trabajo el día que me abandonó, quise morirme porque no me quería ver, lo esperaba en la universidad para que me eludiera a la hora de la salida por ir a encontrarse con el oficial... en fin. Por poco fenezco.
La tarde en que nos vimos por primera vez con Ricardo, no fue su aspecto físico lo que me llamó la atención. Se trató de un comentario cualquiera (que nunca he logrado recordar), lo que me impactó. A los cuatro días cenamos cualquier cosa, a la semana estábamos bailando en Theatrón y tirando (esa misma noche creo que fue la última con Dieguito carebonito). Al mes ya dormíamos juntos y a los dos meses estábamos dotando apartamento.
Ya mencioné en ocasión anterior lo que me enamoró de mi Bebito: estaba extasiado conmigo. Todo le gustaba, todo le llamaba la atención, todo lo que yo decía le gustaba. ¡Era un encanto saberlo a mi lado tan seguro de mí mismo!
No todo ha sido color de rosa, hemos pasado momentos muy críticos como aquel día de Amor y Amistad que prefirió subir a El Clóset a besarse con algún Fredy desconocido mientras yo lo creía acompañando a su Mamá. O la noche que estuve a punto de devolverme de Pereira dejando atrás tan solo un fuerte portazo, llevado por una ira incontenible. O el mal genio de esta mañana que aún no comprendo. No más, mejor no, sería poco sensato recordar lo irrecordable.
Los buenos momentos, en cambio, han sido incontables, porque son casi todos. Llegando a los cinco años, seguimos cultivando nuestro amor día a día: celebrando sin motivo aparente con cenas y postres románticos; consintiéndonos a la hora de acostarnos para dormir junticos; acompañándonos en las jornadas laborales fuera de horario; comentando el acontecer permanente de nuestras vidas (ojo, TODO nos lo contamos); tomando la ducha diaria con afeitada incluida -que hemos compartido el noventa y ocho por ciento de nuestras mañanas-; escogiendo nuestro atuendo diario -algunas veces uniformados-; mercando lo que nos gusta -solo lo que a él le gusta, je je jé-; haciendo compras diversas -aunque él odie salir de compras-; viendo la poca televisión que podemos -lo que a mí me gusta únicamente-. Todo innumerable porque todas son las muestras diarias y permanentes de amor incondicional y condicionante de casi cinco años, y eternamente -mientras dure- muchísimos más. Hasta los paseos familiares, con su familia o con la mía (poco más escasos).
Eso es el amor con mi Bebé, un convivir alienante que nos hace falta cuando no podemos estar juntos. Un compartir permanente en casi todos los ámbitos posibles. Incluso de rumba, con preferencias absolutamente diametrales, compartimos bien el dancing de música moderna, bien el amacice obligado de lo romántico de turno (casi no lo logro, je je jé).
Mi Bebé me enseñó a reconocer y a pedir perdón. Mi Bebé me enseñó a hacer el amor tirando. Mi Bebé me enseñó a disfrutarlo ajeno cuando por eso optamos. Mi Bebé me enseñó a amar sosegadamente, en la justa medida, que es todo. Me enseñó a no tratar de cuantificar el sentimiento porque eso no es negociable. Me enseñó a confrontar lo inconfrontable. Y la verraquera de ser por querer y no porque algunas veces toca.
...
Esta es una nueva declaración de amor a mi Bebé, que espero acepte.

martes, 14 de noviembre de 2006

Mary Villa Zapata

Muchos días han pasado desde mi ultima incursión en este, mi espacio. No existe razón aparente, pues tema hay de sobra. El tiempo no me ha faltado, de hecho visito casi a diario a todos aquellos que frecuento, todos casi que me encantan. He tenido, incluso, espacio para el análisis a partir de lo posteado por los amigos habituales, unos más simpáticos que otros, otros más trascendentes que los primeros, en fin... Siento que ha sido tanto el tiempo que los problemas ya no son los mismos, las preocupaciones escritas se han disipado para dejar pasar nuevos motivos de adversidad y de alegría. Y mi Bebé, es el mismo, por el que lloro, por el que existo, por el que he decidido ser feliz.
...
Será este el momento de lamentar la ausencia autoimpuesta de Xavi, que desde Sabadell prefirió dedicarse a menesteres de pronto más productivos. Otro abandono invaluable es el del autor de Basando la vida en el Pene, un oso venezolano que en una diatriba contra sus congéneres, invita a la reflexión en torno a lo que debe significar la bitácora personal, lejos de cualquier amargo gustillo a la fama y a placeres mundanos. Me has puesto a pensar, de repente eres el motivo de mi demora. Suerte, buen pulso y pronto regreso.
...
Estoy ampliamente agradecido y admirado por los comentarios -sus comentarios- al ladrilludo post anterior. Agradezco todos los buenos deseos. No había quién se lo "mamara" por denso y aburrido, sin embargo todos y cada uno hicieron lo suyo. Especialmente un hombre virtuoso, que acaparó toda mi atención con la sinceridad de mi principio y su conclusión.
...
Estoy en mora de actualizar mi blog, para lo que estoy esperando -bruto yo- comprender la nueva versión. Así es que a todos aquellos que me han vinculado, a los que me visitan con regularidad, les debo mi profundo agradecimiento (¡cuando quieran profundizar!) y mis disculpas por la demora innecesaria, no por no tenerlos como prioridad sino porque me hago horrores al tratar de aprender sobre el sistema. Mil perdones.
Mención muy especial para decent queer, patto, hombresparahombres, raúl y emisiones nocturnas. Me embeleso con todos sus post y quedo noqueado con la indexada. Gracias por el dibujo, jejejeje.
...
Y mi Bebé, admiro a mi Bebito. Desde que le cambiaron el proyecto en la oficina, no ha tenido tiempo ni de leer a los amigos. Ahora terminando exámenes mucho menos. Mary -ya los pondré en antecedentes- está aterrada con el hecho de que su muchacho haya pasado de largo el viernes pasado haciendo un trabajo de universidad con un compañero. Nadie, ni Diana Victoria, ni sus compañeras de clase, ni Mary lo podían creer. Es que él no acostumbra hacer esas cosas. Él prefiere ir pianito pianito para que a la hora de la verdad todo esté listo sin necesidad de "clavadas" innecesarias. Mi Bebé es un juicioso lindo aunque a ratos se le revuelvan los genios.
...
Nuestra historia -la mía con Ricardo- se inició hace cuatro años, ocho meses y veintiniueve días, exactamente el quince de febrero del año 2002. Ya contará él los pormenores de nuestro primer encuentro. Para el caso, lo importante es que uno de sus amantes habituales -amigo común- nos presentó en esa tarde de viernes.
No habían pasado tres semanas y ya dormía conmigo casi que a diario. Su Madre, natural de La Virginia, ha hecho su vida en la trasnochadora, querendona y morena ciudad de Pereira. Su hermana mayor es profesora de primaria en una escuela perdida ubicada en Santuario, un igualmente perdido municipio del Departamento de Risaralda. Su hermana menor -él es el del medio, único varón- estaba recién llegada a la capital, en donde comenzaba a estudiar Tecnología en Electrónica y Comunicaciones en el ITEC, el desaparecido instituto de la igualmente desaparecida Empresa Nacional de Telecomunicaciones TELECOM, la misma tecnología que mi Bebé estudiaba con cuatro semestres de ventaja.
Estaban instalados en una vivienda estudiantil cercana al ITEC, en donde compartían habitación. Diana Victoria, a la postre mi cuñada, encontró muy conveniente el traslado virtual de Ricardo a vivir conmigo, porque de alguna forma eso liberaba espacio y le permitía una descomplicada convivencia con quien hasta hace poco hiciera las veces de su príncipe consorte, hoy "exiliado" en Alemania.
A los dos meses arrendamos un bonito apartamento, estrenamos todos y cada uno de los enseres; lo convertimos en un bello rincón gay en medio de la prestigiosa Avenida Pepe Sierra ubicada al norte de Bogotá. Así empezamos a hacer vida en común. Ya en ese momento se podía decir, a solo dos meses de haber tenido sexo por primera vez, que estábamos casados.
La lejanía de Mary, su Mamá, era muy conveniente para mí, pues lo tenía a mi entera disposición. Fue una época de gloria: un buen cargo, un salario decente, un novio bonito, una posición de prestigio en el medio...
Su papá, aunque vivía en Bogotá, no ocupaba mucho de su vida: un par de almuerzos al año, unas contadas conversaciones telefónicas durante el semestre. Nada por qué preocuparme.
Salir con Ricardo era delicioso, lo sentía y lo sabía obnubilado, le gustaba todo lo que yo decía, devoraba cada una de las palabras que yo mencionaba. Podía pasar horas y horas mirándome interactuar con el mundo, sabiéndose fascinado. Sus ojos, de solo hallarse a mi lado, brillaban con júbilo. Logró enamorarme. (¡Qué vanidoso me siento!)
Ocasionalmente su Mamá llamaba al apartamento, creyendo seguramente (o eso pretendíamos nosotros creer que ella creía) que se trataba del lugar de vivienda de alguno de sus compañeros de estudio. Mary, muy seria, preguntaba por Ricardo Parra, que -acostado al lado mío- se turbaba tanto como yo por las inesperadas llamadas, a las horas más inverosímiles.
Cada que ella venía a Bogotá, antes de comprarles a Diana Victoria y a Ricardo el apartamento en Capellanía, dormía en donde Aliria María, una de sus hermanas, abogada. Ya con el apartamento fruto de la jugosa liquidación de TELECOM, tenía a dónde llegar, lo que significaba el trasteo de mi Bebé para pretender que ella no se daría cuenta. Eso, obviamente, gracias a mi poco entendimiento, nos trajo más de una discusión pendeja.
Un jueves cualquiera Ricardo me llamó y me dijo que si esa noche íbamos a donde su Mamá que necesitaba que la viera un médico. Lo increpé aturdido por lo absurdo del requerimiento, a lo que me respondió que no había problema, que él buscaba a alguien más que sí estuviera en disposición de hacerle el favor. Me convenció.
Por los enredos de la liquidación de TELECOM, ella -que estaba recién hipermegapensionada- no tenía servicio de salud y refería un dolor lumbar que bien parecía tenerla al borde de la discapacidad.
Ricardo, saliendo de la oficina, me recogió y nos fuimos para Capellanía. Yo no me hallaba, no sabía qué pensar, no imaginaba qué decir ni cómo reaccionar. Aunque la había visto un par de veces, tenía terror por el encuentro. Mary Villa Zapata bien podría ser una mezcla perfecta entre Pancho Villa y Emiliano Zapata. Así de arrolladora puede ser su presencia.
Serían las siete de la noche pasadas cuando Ricardo accionó el timbre. Ella salió a recibirnos, con una sonrisa que yo no podía creer. Mucho abrazo y gran bienvenida. En cuanto entramos al apartamento, observando la mirada de Diana Victoria, mi Bebé y yo comprendimos que todo había sido un montaje para mi "ingreso" a la familia.
Después de comer, le hice la consulta, tomé sus signos vitales, la interrogué y la examiné tratando de ser el más convincente de los profesionales.
Cerró la puerta con llave, abrió una botella de whisky, nos emborrachamos, fumamos, bailamos, nos juramos amor eterno y pasé a ser uno más de sus protegidos. Desde entonces llegamos (dormimos) a su apartamento en Pereira, organiza paseos y planea viajes, llama y nos regaña, le encanta que le cocinemos... Ya hago parte de su familia, en lo que Ricardo -claro- me permita. Con sus tíos, con sus primas, con sus amigos.
Nuestra última charla fue antier, cuando le comenté que Ricardo está muy juicioso trasnochando para las tareas de la universidad, cuando me dijo que llamara a su nieta para aconsejarla de estudiar, cuando le dije que la visitaríamos en el primer puente de diciembre, cuando me dijo que necesitaba que Ricardo se graduara rápido para trasladarnos, todos, a Puerto Rico a hacer vida allá, cuando le dije que cómo pasó su cumpleaños y me dijo que aún no terminaba de celebrarlo.
Mary Villa Zapata, la generala. Cualquier parecido con Miranda es mera coincidencia. Je je jé.
...
Y con el perdón de mi Bebé, que tiene una Mamá muy verraca!!!

viernes, 27 de octubre de 2006

Con la güevonada alborotada

Este será un post bastante pesado y aburrido. Tengo la cabeza y mi vida hechas un absoluto mierdero; este blog se ha erigido como el más leal de mis paños de lágrimas, casi el único lugar donde puedo desahogar mis "penas" sin mamar a nadie con la perorata.
Pretendí pasar una noche decente después de haber tenido un terrible encuentro con mi Bebé, mea culpa, pero no fue posible. Dormí mal, me desvelé, antes de que Slovodan iniciara el reporte de noticias a las cinco de la mañana en La W, ya estaba despierto. Logré conciliar algo de sueño pasadas las seis de la mañana. Juan Pablo mi sobrino, hijo de Leonor Aydeé mi hermana, me despertó con beso y abrazo, serían las seis y media. Se recostó a mi lado en el sofá-cama que me sirve para dormir por estos días de cruel separación, en la sala del apartamento de mi Mamá. No pasaron tres minutos y llegó mi hermana gritando como enloquecida a pelear con él, que lo había mandado por desayuno, que ahora lo que tocaba era bañarse primero, que qué irresponsabilidad. Casi lo arrastró hasta la ducha, en medio del llanto del pobre niño, para obligarlo al orden aleatoriamente por ella establecido. Son las ocho y veintinueve de la mañana y la puta camioneta que lo recoje los días de pico y placa -los otros lo transporta ella directamente por efectos de la precaria economía familiar- no ha llegado.
Tocó levantarme a pelear con todo el mundo: no dejan dormir, para qué lo hacen llorar si estaba contento, por qué demonios no lo dejan desayunar, esta loca prefiere verlo chillar...
La situación con Leonor Aydeé, la mayor de las "niñas" de mi casa siempre ha sido muy compleja. Desde muy niños mantenemos una relación muy tensa. Es una persona que al interior de la familia es de muy difícil trato. En la calle es la más maravillosa de las personas, dispuesta a todo lo que los ajenos requieran a costa de lo que sea. La más fiel amiga de los amigos, la más devota amante de los machucantes, la más dedicada samaritana de los que -de puertas para fuera de su familia en primer grado de consanguinidad- requieren ayuda. Nunca he podido con su grosería, es la única a la que se le han escuchado palabras de todos los tonos y calibres bajo el techo materno; no escucha razones a menos que se le impeten en medio de una gresca, las razones son las suyas; pelea y casi que hiede contra la abnegación de Mamá, que para nosotros ha sido el más diáfano ejemplo de entrega y dedicación por su hogar -su vida se agotó con nosotros, por nadie más-. Mientras mi niñez, adolescencia y juventud giró en torno a procurar ser el niño modelo de mi Mamá, Leonor Aydeé se empeñó en ser la rebeldía acérrima y recalcitrante. Mi papá por su parte siempre increpó en contra mía por todas las desaveniencias de mi hermana, con la estúpida justificación de que por ser el hermano mayor debía responder por la responsabilidad, valga la redundancia, que sólo le cabía a ella sobre sus actos. Bueno, para él siempre fue la forma más cómoda de acomodar su ausencia.
Claro, esto no quiere decir que con ella no nos profesemos el más profndo de los amores filiales. Seguramente la corta diferencia de edad que tenemos, nos ha hecho de alguna forma los más silentes cómplices. Fue hace poco más de un año cuando -estando en medio de una reunión de trabajo- me llamó llorando, que necesitaba que fuera a rescatarla, que se habían cogido a golpes con el hijueputa de su marido.
Vivían en Sibaté, en un rancho que daba grima, a orillas de la represa del Muña, cuyo arriendo ella pagaba. Ese marido que consiguió ha sido el más grande de los parásitos, garrapata malparida. Fueron muchas las veces que me levanté con la preocupación por ellos. Nunca fui a su casa pero muchas veces llamé sólo para escuchar la voz de Juan Pablo, sólo para saber que estaban, no más.
Fui, casi le ordené recoger apenas lo justo, recogimos al niño en el colegio y la llevé a vivir conmigo un par de meses. Esa mima noche fuimos a Unicentro y de no sé dónde putas, les compré a ella y al niño con qué vestirse para que no tuvieran que regresar a nada a esa pocilga al lado de ese canalla. Si hubiese tenido la mala fortuna de encontrarlo, estaría hoy pagando condena por un bandido que no vale la pena. Cuando las cosas se me empezaron a complicar por el incumplimiento en el pago de mis salarios, la traje al apartamento de Mamá (donde todos escampamos) para que -entretanto- papá respondiera por ella.
Hoy en día sigue ensañada en hacer llorar al pequeño, que es lo más adorable que tengo en sobrinos. Un rubio de ojos verdes, con cinco años de edad, muy cariñoso pero de muy mal carácter (parece hijo de sus papás), que por eso mismo ha sufrido lo insufrible porque todos le tienen mala fe. Yo al principio también lo quería "derechito", como me criaron a mí en esa difícil época que nos tocó a todos los coetáneos: no se le contesta a los mayores, se les acata sin mirar a los ojos, se les respeta porque sí y no porque se lo merecen. En no pocas ocasiones terminé abrazándolo, llorando al tiempo con él por una injusticia que yo mismo había cometido. Por una de todas aquellas que me había prometido no repetir jamás en rebeldía por lo que me tocó con mis padres. Es un niño bello y noble, pero a esta cretina le encanta hacerlo rabiar.
De sólo recordar se me encharcan los ojos, estoy con la güevonada alborotada cuando ya él está en el colegio y ni se acuerda del dolor de esta mañana. Estoy con la güevonada alborotada porque me provocó llorar cuando Julio recibió la llamada de la esposa del propietario de una de las tractomulas que quemaron los terroristas esta madrugada en la vía a Buenaventura. Estoy con la güevonada alborotada porque mientras escribo tengo ganas de llorar. Estoy con la güevonada alborotada porque tengo problemas de comunicación y de entendimiento con mi Bebé y porque no tengo cómo putas pagar un cuarto para estar viviendo y durmiendo con él. Estoy con la malparidez corriendo porque no he logrado nada de mi vida, sin haber dejado de trabajar de una u otra forma absolutamente todos los días de mi vida desde muy jovencito, cuando aún no me tocaba.
Mi Mamá, pobrecita ella, no hace sino sufrir en silencio conmigo por lo que nos pasa o nos deja de pasar. Nuestra relación, desde hace muchos años es ejemplo del más espectacular de los respetos. Nuestra comunicación es subliminal. Con escucharnos la voz por teléfono y a la distancia, ya sabemos cómo está el uno y el otro. Los años que he pasado fuera, he procurado hablar con ella a diario, aunque sea sólo para saludarla. Llamadas, algunas, que no han pasado de diez segundos. Pero tiempo suficiente para sabernos ahí, y bien. Creo que no hemos peleado tres veces en la vida. Jamás he revirado en alguna forma por sus muy infrecuentes increpaciones. Me siento incapaz de maltratarla de alguna manera. Es para mí lo más sagrado y puro que hay. Mi condición de vida la he hecho tácitamente en torno a ella. Por eso, el día que la encontré hablando con Ricardo en un corredor de Unicentro, supe que era él y no otro. Terminé de enamorame con el beneplácito mudo de ella.
Jamás hablamos de nada que no sea un comentario casual. Nunca comentamos nada que pueda representar malestar para alguien. Solo estamos patológicamente ahí, el uno para el otro.
Con papá la cosa es bien diferente. Si nos ven por la calle dirán que somos los mejores amigos. Caminamos de gancho, nos reímos, hablamos, nos saludamos y despedimos de beso. Y podemos pasar años, sí, años, sin cruzarnos palabra. No nos hacemos falta. Soy implacable con él y él lo es conmigo. No acepto muchas de sus cosas, no acepta las mías. Por respeto o temor, no sé, jamás le he pasado a Ricardo al frente. De pronto sólo por evitarle la incomodidad a ambos y a cada uno. Estando con él me encuentro con los más inconvenientes. Si voy por la calle me cruzo con alguno de esos que no tienen reparo en acercarse, saludar de beso y abrazo y decir: amiga, preséntame a tu papá (es que el parecido es absurdo, ¡no habría tenido cómo negarme!). Si vamos a una oficina, aparece el "hembro" soñado y coquetea conmigo sin el más mínimo recato. Es con el único que no se menciona el asunto. Es con el único con el que se evita la vida familiar de pareja. Y no porque no lo sepa...
Llegando de La Habana, hace seis años, decidió que si yo llegaba a la casa materna, él se iba porque no quería convivir con un marica descarado. Mi Mamá, muy puesta en razones que aún no comprendo, se paró "en la raya" y determinó que esa era mi casa, que yo era su hijo y que lo que él decidiera era su problema. De eso me enteré pasados un par de años. Ya no guardo rencor. Estoy seguro de ser quien le cuide sus días postreros, en compañía de mi Ricardo o de quien decida hacer sus veces en ese lugar y tiempo. La vida da ese tipo de volantines y vaya uno a saber qué más nos depara el cruel (!) destino.
Sin embargo eso, somos los mejores amigos (!).
...
Desahogando otras inquietudes, comento que ayer estuve en una reunión de negocios muy particular: asistimos a la presentación de MI modelo de negocio en relación con las unidades de cuidado crítico.
Ernesto Urdaneta, un industrial y comerciante colombiano que vive en Miami, viajó a Bogotá para hacernos la presentación de un modelo de asociación para operar unidades de cuidado intensivo. Es curioso conocer a alguien con la misma visión de negocio que tuve yo cuando arranqué con el embeleco de dedicarme al negocio de la salud. Lo más curioso es saber que este personaje con su empresa opera en la actualidad por lo menos dos negocios que nosotros -el doctor Rafael Enrique y yo, desde Coonsultores C. T. A. y desde Vital Care S. A.- previamente habíamos presentado: las unidades de cuidado intensivo de la Clínica de Especialistas de Neiva y la neonatal de la Clínica Juan N. Corpas en Suba - Bogotá, D. C. Más curioso aún saber que este personaje y su equipo de trabajo trabajan con los flujos que yo produje en torno a cada un de esas unidades de negocio.
Cuando el doctor Rafael Enrique me comentó al respecto, mi respuesta fue sí, pero qué le hacemos, él tiene el dinero que nos hizo falta a nosotros. ¿Será que se cierra el círculo y que de la mano de Meditech podemos hacer los negocios que soñamos? ¿Será que somos "la rueda suelta" que le hace falta a Meditech o serán ellos los inversionistas con verdadera visión empresarial que siempre hemos soñado para enriquecernos y hacer de la nuestra una existencia más digna y distinguida? ¿O, por lo menos para mí, será lo que me hace falta para sobrevivir a los duros embates de la vida?
...
Normalmente no requiero de banda sonora para postear, sin embargo hoy me acompaña una joya de la música culta: Carmen, de George Bizet, en versión de la Orquesta del Teatro Nacional de la Ópera de París, protagonizada por los legendarios María Callas y Nicolaï Gedda, bajo la dirección magistral de Georges Pretre (con gorrito en la primera e). Este fue uno de los primero álbumes en CD que tuve, cuando aún se prensaban únicamente en Alemania. El nuestro fue uno de los primeros reproductores de CD que entró al país, hace muchos años, cuando en el aeropuerto no sabían qué era esa vaina y en las revistas se publicaba como un invento remoto. Nos lo regaló Tío Jaime, lo trajo de Panamá cuando estuvo allí como parte de la delegación secreta del Estado que se reunió con los más altos jefes del narcotráfico, siendo Procurador Delegado de la Policía Judicial. Sí, la reunión famosa a la que asistió el ya expresidente López Michelsen en la que los jefes de la mafia, en presencia del general Noriega -entonces jefe de Estado panameño-, ofrecieron pagar la deuda externa nacional a cambio de poder ejercer, subrepticiamente -claro quede-, su negocio, asegurando no permitir el consumo de alucinógenos a nivel nacional. Sólo exportarlo para beneplácito de los adictos norteamericanos. La respuesta del Estado, durante ese gobierno -el del doctor Betancur Cuartas- fue anunciar la política de extradición que más adelante desencadenó la espantosa violencia que sufrimos los que no tuvimos la oportunidad de decidir el camino más conveniente: legalización ó satanización del narconegocio.
Vuelvo a la música. Tengo una verguenza descomunal con Demock porque no he podido realizar la tarea que me impuso. Después de mucho pensarlo me doy cuenta de una cosa: nunca he tenido grupo musical preferido. Intenté hacer la tarea a punta de videos de Queen, pero muy lejos está de ser mi grupo o artista preferido. Nunca he entendido las letras de su música, como jamás me he percatado de la letra de ninguna otra pieza musical. Soy el más absurdo de los melómanos. Me encanta la música, me pone a volar, me manipula el espíritu y el ánimo. Pero jamás he sido conciente de la letra de una canción. Desde niño nunca jamás. Me gusta el sonido, la armonía, el ritmo, pero no tengo puta idea del autor y su letra. Admiro como a nadie a los compositores, son dueños de una sabiduría y de un sentido de la estética que no me atrevo a cuestionar. Pero las letras no tienen significado para mí. Mi Bebé lo puede avalar: soy una torta de ahuyama, una bola loca, una absoluta güeva para las lyrics. Aunque hay muchas que canto de memoria, no se extrañen -si alguna vez me escuchan- que reemplece una palabra fundamental por otra cuya rima sea similar pero cuyo significado sea absolutamente diametral. Eso es para mí la música, armonía y ritmo. No significado. En mi época de tangos, me los aprendí todos, en la de boleros se me escaparon pocos, en la de ópera recité las más avezadas árias, pero confieso que jamás he comprendido el significado, siquiera, de sus títulos. Otro mea culpa.
Demock, amigo, si me lees (que espero que no), soy incapaz, quítame el saludo y la visita porque no puedo, no tengo sustrato, no hallo el cómo. Mil disculpas. Lo intenté y fracasé.
...
Plácemes porque anuncian hoy en la prensa nacional que tendremos nueva Superintendente de Notariado y Registro, en emplazo del bandido hermano del presidente de la Cámara de Representantes que se niega a tramitar adecuadamente el proyecto del reconocimiento de los derechos patrimoniales y de seguridad social de nosotros los maricones, perdón (sic), los gays. Se trata de la abogada, goda recalcitrante, Lyda Beatriz Salazar Moreno viuda de Camacho, el que se mató cayendo dentro de un helicóptero cerca a Caparrapí, hace como un año. Es prima hermana de mi papá. La picadita de la familia. La que en la década de los setenta hacía con mi tío Gabriel Eduardo (r. i. p.) y con mis primos William y John Jairo travesuras como la que narró mi Bebito en uno de sus recientes post. La que tuerce la jeta cada que nos vemos y la saludo con el Lyda Beatriz completo, parece que le pesara el nombre de su santa madre. Mis mejores deseos por su desempeño en el cargo. Mis respetos por ser capaz de mantenerse incólume entre esa sarta de bandidos que son los políticos.
...
Creo sentirme, después de toda esta cháchara, un poco más liberado y tranquilo. Pensando en que Juan Pablo está contento por la celebración del cumpleaños de una de sus compañeritas de colegio. Creyendo que hoy seré capaz de que mi Bebé quiera volver a verme, sin hablar, solo con besos y abrazos. Esperando que el negocio de Las Américas no se malogre para poder concretar la inversión del millón de dólares que ofreció Urdaneta con MI modelo de negocio. Deseando que el seguro de la tractomula le permita al señor reponer su vehículo de carga para que pueda seguir trabajando y manteniendo a su familia acongojada. Anhelando un mejor futuro para mi Bebé y para mí, en nuestra propia casa, con suficiencia de recursos y con el amor vivo y permanente.
...
Agradecimiento inmesurable por las más de seiscientas visitas que he recibido en mi blog desde el cuatro de octubre.
...
Que dios, si existe, me perdone.

sábado, 21 de octubre de 2006

Paola

Se trata de la hermana del novio de Mary la mamá de mi Bebito, es decir, la "tiastra" de Ricardo.
Hace casi dos semanas, Mary -mi suegra- llamó a mi Bebito para pedirle (ordenarle, que es su estilo muy particular) que dispusiera del fin de semana del puente para recibir y atender a Paola, su cuñada, y a una amiga que venía deNueva York, de Queens exactamente. Me comentó, me pareció aburrido, pero igual frente a la orden no había ya nada por hacer. Y sin recursos propios, pues ni hablar. Tendríamos visita el fin de semana.
El sábado en la tarde -con mucho sigilo- Mary llamó de nuevo a Ricardo, le comentó que debíamos (ya estaba yo incluido en la colada) ser muy amables con la visita porque Liliana, la visita proveniente de Queens, fue especialmente atenta con ellas (Mary y Juliana, su nieta -me mata si ve que le digo abuela) cuando estuvieron a mitad de año allí de vacaciones. Además le hizo jurar a mi Bebito, si hubiera podido sobre la biblia, que no diría a nadie que Liliana era la mujercita de Paola. Je je je, ¡qué risa! Era algo previsible por cuanto mi Bebé conoce desde hace mucho tiempo la preferencia sexual de su tiastra. Faltaba ver que ella conociera la nuestra, lo que asumíamos completamente puesto que Fredy -su hermano, el novio de Mary, el padrastro de mi Bebé (me va a matar por escribirlo)- ha debido ponerla al corriente desde hace mucho tiempo. Además de mi existencia, ya muy familiar y frecuente entre ellos.
El sábado en la noche no salimos, el domingo nos levantamos relativamente temprano, después de desayunar hicimos trasteo de ropa, mi Bebé para el apartamento de Diana Victoria -su hermana-, yo para el de mi Mamá. Almorzamos donde Mamá y después salimos al aeropueto a recoger a Paola. De allí a descargar maleta en el apartamento de Diana Victoria, después a mercar en Carrefour (no había NADA en la nevera). Olvidé comentar, Diana Victoria -la hermana de Ricardo, mi cuñada, la hija de Mary, sobrinastra de Paola- estaba desde el miércoles en Pereira, de paseo-congreso. Durante el mercado, Paola compró ramo de flores para recibir a su mujercita, con quien completa una relación de más de seis años. Camino al aeropuerto, indagué sobre su vida, sobre la forma en que se conocieron, sobre su relación.
Justo antes de la salida de Liliana, temblaba de los nervios, fumaba con desesperación, parecía una chiquilla adolescente llena de angustia y excitación. Ella, después de abrazarla y besarla, entregó el ramo de rosas y cartuchos. Nosotros le entregamos un capuchino que acabábamos de comprar en Juan Valdez. Hacía un frío de mil demonios.
Liliana tiene 33 años, pereirana, vive desde los 19 en Nueva York. Trabaja en el aeropuerto de Newark con Continental, cargando y descargando aviones. Es de contextura normal para su edad, un poco abundante en busto, de cabello negro, largo larguísimo. Una persona muy femenina (quién lo diría para ese trabajo) y agradable. Muy medida en sus comentarios, excesivamente prudente en su forma de ser. Definitivamente la mujercita de la relación (perdón por el estereotipo). Por su parte Paola, una mujer bonita, frentera, un macho de cabello largo castaño ensortijado, de esos con los que uno se siente bien protegido. Abundante en carcajadas. De trato chabacán y agradable (!), menos gruesa que su novia, muy emotiva y poco cautelosa con lo que dice.
Tengo la impresión de que el viaje era como de reconciliación o de confrontación. Paola lleva un mes largo en Pereira y -a mi parecer- retó a Liliana para que vineira a atizar la llama del amor. Y lo logró.
Fuimos a descargar en el apartamento. Salimos de rumba, pasando primero a comer algo antes. Ellas corrieron con todos los gastos, nosotros no teníamos cómo. Fuimos a sungay de Cha Chá. Fuimos los últimos en entrar, qué desepero, cantidad de gente conocida y desconocida, mucha farándula. La música -extrañísimo- malísima, no había crossover y el ambiente -extrañísimo también- aburridísimo, no estaba para bailar, solo para sollar y eso no era lo que queríamos. Nos tomamos un vodka (he de decir, mini vodka), y salimos despavoridos.
Buscando llegamos a Fercho´s. Allí el ambiente era bien diferente, más acorde con los deseos y la intención. Allí compraron media de Absolut. Bailamos como locos. Coqueteamos como nunca. Estábamos rendidos. Liliana no dejó de cabecear mientras estuvimos allí (llevaba más de 24 horas sin dormir). Paola sacaba energía de quién sabe dónde diablos. Saltaba, gritaba, cantaba. A las dos y media de la mañana la sacamos de allí casi a rastras. Estábamos molidos.
El lunes, a pesar de querer madrugar, nos levantamos cerca del medio día. Desayunamos y nos fuimos de paseo al norte. Comimos postres deliciosos (el guanabanón Paola se lo hizo preparar como le dió la gana) entre Cota y Chía. Por la nueva variante fuimos a Zipaquirá. Entramos a la Catedral de Sal. Es como mi séptima visita y siempre me conmueve el espíritu y los sentidos. Además tuvimos un guía maravilloso. De allí salimos a buscar gallina criolla, que era un antojo que traía Liliana desde la Gran Manzana. Nos fue mal, resultamos en un comedero en la plaza de mercado, buen sabor pero fría y mal servida, rodeados de perros espantosos.
Hablando de perros, ese fue el karma.
La lesbipareja ha desborado todo su sentimiento maternal en el cuidado de sus perros y en la causa de la defensa de los animales. Saliendo de la salina, en el parqueadero, había un carro con un perrito adentro. Paola casi desbarató el carro arguyendo que el perrito estaba muriéndose allí encerrado, que qué colmo de gente, que qué hijueputez tan malparida la de los dueños del canchoso. Almorzando, los grandes beneficiarios de las abundosas carnes de la gallina fueron los cánidos espantosos que nos rodeaban. Todo aquello acompañado de los incesantes vituperios en contra de todo el posible establecimiento, desde los organismos estatales hasta las más miserables familias.
Mi concepto muy particular, con relación a las mascotas, es que todo ese cariño uno lo debe canalizar en los congéneres humanos, ya bastante maltrechos por el hambre, la guerra y las calamidades del tercer y cuarto mundo. Yo tendría un perrito, si tuviera con qué pagar un negrito que lo mantuviera a punto de consentirlo y quererlo sin sufrir sus más básicas necesidades. He dicho (esto me costará la cabeza). Aclaro: no estoy en contra de los dueños de mascotas, siempre y cuando tengan el justo equilibrio de su cariño entre sus prójimos y las bellas criaturas de la naturaleza, pero sí detesto a todo aquel que antepone el interés animal por encima de la necesidad del congénere. Lo digo con conocimiento de causa, habiendo vivido más de la mitad de mi vida entre unos y otros, animales y congéneres, dueños y alienados.
Bien, en la noche, cansados, preparamos tornillos con lo que quedó de la gallina y champiñones. Y dormimos en espera de la nueva semana laboral.
El martes llovió todo el día. Ellas se dedicaron a "adelantar cuaderno" y a acumular amores, solas en el apartamento. El miércoles, a las siete de la mañana las dejamos en el aeropuerto Eldorado. Una de vuelta a Newark, y la otra camino a Matecaña.
Fue nuestro primer fin de semana lesbiánico. Reconozco que a pesar de los perros, la pasamos bien. Muy queridos, muy de la casa, muy atentos, linda la fiesta, regia tu mamá, las matas de un verdor espectacular, en fin...
...
El cambio en el tamaño de la letra, corresponde a mi nueva ancianidad, que ya me dificulta leer el menor tamaño. Mil disculpas por eso.
Estoy esperando a mi Bebito, a ver si pasamos rico el poco tiempo que ahora compartimos por efectos de la cruel separación.
Adoro a mi Bebé. Amo a mi Bebé. Mi Bebé me quiere mucho.