viernes, 27 de octubre de 2006

Con la güevonada alborotada

Este será un post bastante pesado y aburrido. Tengo la cabeza y mi vida hechas un absoluto mierdero; este blog se ha erigido como el más leal de mis paños de lágrimas, casi el único lugar donde puedo desahogar mis "penas" sin mamar a nadie con la perorata.
Pretendí pasar una noche decente después de haber tenido un terrible encuentro con mi Bebé, mea culpa, pero no fue posible. Dormí mal, me desvelé, antes de que Slovodan iniciara el reporte de noticias a las cinco de la mañana en La W, ya estaba despierto. Logré conciliar algo de sueño pasadas las seis de la mañana. Juan Pablo mi sobrino, hijo de Leonor Aydeé mi hermana, me despertó con beso y abrazo, serían las seis y media. Se recostó a mi lado en el sofá-cama que me sirve para dormir por estos días de cruel separación, en la sala del apartamento de mi Mamá. No pasaron tres minutos y llegó mi hermana gritando como enloquecida a pelear con él, que lo había mandado por desayuno, que ahora lo que tocaba era bañarse primero, que qué irresponsabilidad. Casi lo arrastró hasta la ducha, en medio del llanto del pobre niño, para obligarlo al orden aleatoriamente por ella establecido. Son las ocho y veintinueve de la mañana y la puta camioneta que lo recoje los días de pico y placa -los otros lo transporta ella directamente por efectos de la precaria economía familiar- no ha llegado.
Tocó levantarme a pelear con todo el mundo: no dejan dormir, para qué lo hacen llorar si estaba contento, por qué demonios no lo dejan desayunar, esta loca prefiere verlo chillar...
La situación con Leonor Aydeé, la mayor de las "niñas" de mi casa siempre ha sido muy compleja. Desde muy niños mantenemos una relación muy tensa. Es una persona que al interior de la familia es de muy difícil trato. En la calle es la más maravillosa de las personas, dispuesta a todo lo que los ajenos requieran a costa de lo que sea. La más fiel amiga de los amigos, la más devota amante de los machucantes, la más dedicada samaritana de los que -de puertas para fuera de su familia en primer grado de consanguinidad- requieren ayuda. Nunca he podido con su grosería, es la única a la que se le han escuchado palabras de todos los tonos y calibres bajo el techo materno; no escucha razones a menos que se le impeten en medio de una gresca, las razones son las suyas; pelea y casi que hiede contra la abnegación de Mamá, que para nosotros ha sido el más diáfano ejemplo de entrega y dedicación por su hogar -su vida se agotó con nosotros, por nadie más-. Mientras mi niñez, adolescencia y juventud giró en torno a procurar ser el niño modelo de mi Mamá, Leonor Aydeé se empeñó en ser la rebeldía acérrima y recalcitrante. Mi papá por su parte siempre increpó en contra mía por todas las desaveniencias de mi hermana, con la estúpida justificación de que por ser el hermano mayor debía responder por la responsabilidad, valga la redundancia, que sólo le cabía a ella sobre sus actos. Bueno, para él siempre fue la forma más cómoda de acomodar su ausencia.
Claro, esto no quiere decir que con ella no nos profesemos el más profndo de los amores filiales. Seguramente la corta diferencia de edad que tenemos, nos ha hecho de alguna forma los más silentes cómplices. Fue hace poco más de un año cuando -estando en medio de una reunión de trabajo- me llamó llorando, que necesitaba que fuera a rescatarla, que se habían cogido a golpes con el hijueputa de su marido.
Vivían en Sibaté, en un rancho que daba grima, a orillas de la represa del Muña, cuyo arriendo ella pagaba. Ese marido que consiguió ha sido el más grande de los parásitos, garrapata malparida. Fueron muchas las veces que me levanté con la preocupación por ellos. Nunca fui a su casa pero muchas veces llamé sólo para escuchar la voz de Juan Pablo, sólo para saber que estaban, no más.
Fui, casi le ordené recoger apenas lo justo, recogimos al niño en el colegio y la llevé a vivir conmigo un par de meses. Esa mima noche fuimos a Unicentro y de no sé dónde putas, les compré a ella y al niño con qué vestirse para que no tuvieran que regresar a nada a esa pocilga al lado de ese canalla. Si hubiese tenido la mala fortuna de encontrarlo, estaría hoy pagando condena por un bandido que no vale la pena. Cuando las cosas se me empezaron a complicar por el incumplimiento en el pago de mis salarios, la traje al apartamento de Mamá (donde todos escampamos) para que -entretanto- papá respondiera por ella.
Hoy en día sigue ensañada en hacer llorar al pequeño, que es lo más adorable que tengo en sobrinos. Un rubio de ojos verdes, con cinco años de edad, muy cariñoso pero de muy mal carácter (parece hijo de sus papás), que por eso mismo ha sufrido lo insufrible porque todos le tienen mala fe. Yo al principio también lo quería "derechito", como me criaron a mí en esa difícil época que nos tocó a todos los coetáneos: no se le contesta a los mayores, se les acata sin mirar a los ojos, se les respeta porque sí y no porque se lo merecen. En no pocas ocasiones terminé abrazándolo, llorando al tiempo con él por una injusticia que yo mismo había cometido. Por una de todas aquellas que me había prometido no repetir jamás en rebeldía por lo que me tocó con mis padres. Es un niño bello y noble, pero a esta cretina le encanta hacerlo rabiar.
De sólo recordar se me encharcan los ojos, estoy con la güevonada alborotada cuando ya él está en el colegio y ni se acuerda del dolor de esta mañana. Estoy con la güevonada alborotada porque me provocó llorar cuando Julio recibió la llamada de la esposa del propietario de una de las tractomulas que quemaron los terroristas esta madrugada en la vía a Buenaventura. Estoy con la güevonada alborotada porque mientras escribo tengo ganas de llorar. Estoy con la güevonada alborotada porque tengo problemas de comunicación y de entendimiento con mi Bebé y porque no tengo cómo putas pagar un cuarto para estar viviendo y durmiendo con él. Estoy con la malparidez corriendo porque no he logrado nada de mi vida, sin haber dejado de trabajar de una u otra forma absolutamente todos los días de mi vida desde muy jovencito, cuando aún no me tocaba.
Mi Mamá, pobrecita ella, no hace sino sufrir en silencio conmigo por lo que nos pasa o nos deja de pasar. Nuestra relación, desde hace muchos años es ejemplo del más espectacular de los respetos. Nuestra comunicación es subliminal. Con escucharnos la voz por teléfono y a la distancia, ya sabemos cómo está el uno y el otro. Los años que he pasado fuera, he procurado hablar con ella a diario, aunque sea sólo para saludarla. Llamadas, algunas, que no han pasado de diez segundos. Pero tiempo suficiente para sabernos ahí, y bien. Creo que no hemos peleado tres veces en la vida. Jamás he revirado en alguna forma por sus muy infrecuentes increpaciones. Me siento incapaz de maltratarla de alguna manera. Es para mí lo más sagrado y puro que hay. Mi condición de vida la he hecho tácitamente en torno a ella. Por eso, el día que la encontré hablando con Ricardo en un corredor de Unicentro, supe que era él y no otro. Terminé de enamorame con el beneplácito mudo de ella.
Jamás hablamos de nada que no sea un comentario casual. Nunca comentamos nada que pueda representar malestar para alguien. Solo estamos patológicamente ahí, el uno para el otro.
Con papá la cosa es bien diferente. Si nos ven por la calle dirán que somos los mejores amigos. Caminamos de gancho, nos reímos, hablamos, nos saludamos y despedimos de beso. Y podemos pasar años, sí, años, sin cruzarnos palabra. No nos hacemos falta. Soy implacable con él y él lo es conmigo. No acepto muchas de sus cosas, no acepta las mías. Por respeto o temor, no sé, jamás le he pasado a Ricardo al frente. De pronto sólo por evitarle la incomodidad a ambos y a cada uno. Estando con él me encuentro con los más inconvenientes. Si voy por la calle me cruzo con alguno de esos que no tienen reparo en acercarse, saludar de beso y abrazo y decir: amiga, preséntame a tu papá (es que el parecido es absurdo, ¡no habría tenido cómo negarme!). Si vamos a una oficina, aparece el "hembro" soñado y coquetea conmigo sin el más mínimo recato. Es con el único que no se menciona el asunto. Es con el único con el que se evita la vida familiar de pareja. Y no porque no lo sepa...
Llegando de La Habana, hace seis años, decidió que si yo llegaba a la casa materna, él se iba porque no quería convivir con un marica descarado. Mi Mamá, muy puesta en razones que aún no comprendo, se paró "en la raya" y determinó que esa era mi casa, que yo era su hijo y que lo que él decidiera era su problema. De eso me enteré pasados un par de años. Ya no guardo rencor. Estoy seguro de ser quien le cuide sus días postreros, en compañía de mi Ricardo o de quien decida hacer sus veces en ese lugar y tiempo. La vida da ese tipo de volantines y vaya uno a saber qué más nos depara el cruel (!) destino.
Sin embargo eso, somos los mejores amigos (!).
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Desahogando otras inquietudes, comento que ayer estuve en una reunión de negocios muy particular: asistimos a la presentación de MI modelo de negocio en relación con las unidades de cuidado crítico.
Ernesto Urdaneta, un industrial y comerciante colombiano que vive en Miami, viajó a Bogotá para hacernos la presentación de un modelo de asociación para operar unidades de cuidado intensivo. Es curioso conocer a alguien con la misma visión de negocio que tuve yo cuando arranqué con el embeleco de dedicarme al negocio de la salud. Lo más curioso es saber que este personaje con su empresa opera en la actualidad por lo menos dos negocios que nosotros -el doctor Rafael Enrique y yo, desde Coonsultores C. T. A. y desde Vital Care S. A.- previamente habíamos presentado: las unidades de cuidado intensivo de la Clínica de Especialistas de Neiva y la neonatal de la Clínica Juan N. Corpas en Suba - Bogotá, D. C. Más curioso aún saber que este personaje y su equipo de trabajo trabajan con los flujos que yo produje en torno a cada un de esas unidades de negocio.
Cuando el doctor Rafael Enrique me comentó al respecto, mi respuesta fue sí, pero qué le hacemos, él tiene el dinero que nos hizo falta a nosotros. ¿Será que se cierra el círculo y que de la mano de Meditech podemos hacer los negocios que soñamos? ¿Será que somos "la rueda suelta" que le hace falta a Meditech o serán ellos los inversionistas con verdadera visión empresarial que siempre hemos soñado para enriquecernos y hacer de la nuestra una existencia más digna y distinguida? ¿O, por lo menos para mí, será lo que me hace falta para sobrevivir a los duros embates de la vida?
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Normalmente no requiero de banda sonora para postear, sin embargo hoy me acompaña una joya de la música culta: Carmen, de George Bizet, en versión de la Orquesta del Teatro Nacional de la Ópera de París, protagonizada por los legendarios María Callas y Nicolaï Gedda, bajo la dirección magistral de Georges Pretre (con gorrito en la primera e). Este fue uno de los primero álbumes en CD que tuve, cuando aún se prensaban únicamente en Alemania. El nuestro fue uno de los primeros reproductores de CD que entró al país, hace muchos años, cuando en el aeropuerto no sabían qué era esa vaina y en las revistas se publicaba como un invento remoto. Nos lo regaló Tío Jaime, lo trajo de Panamá cuando estuvo allí como parte de la delegación secreta del Estado que se reunió con los más altos jefes del narcotráfico, siendo Procurador Delegado de la Policía Judicial. Sí, la reunión famosa a la que asistió el ya expresidente López Michelsen en la que los jefes de la mafia, en presencia del general Noriega -entonces jefe de Estado panameño-, ofrecieron pagar la deuda externa nacional a cambio de poder ejercer, subrepticiamente -claro quede-, su negocio, asegurando no permitir el consumo de alucinógenos a nivel nacional. Sólo exportarlo para beneplácito de los adictos norteamericanos. La respuesta del Estado, durante ese gobierno -el del doctor Betancur Cuartas- fue anunciar la política de extradición que más adelante desencadenó la espantosa violencia que sufrimos los que no tuvimos la oportunidad de decidir el camino más conveniente: legalización ó satanización del narconegocio.
Vuelvo a la música. Tengo una verguenza descomunal con Demock porque no he podido realizar la tarea que me impuso. Después de mucho pensarlo me doy cuenta de una cosa: nunca he tenido grupo musical preferido. Intenté hacer la tarea a punta de videos de Queen, pero muy lejos está de ser mi grupo o artista preferido. Nunca he entendido las letras de su música, como jamás me he percatado de la letra de ninguna otra pieza musical. Soy el más absurdo de los melómanos. Me encanta la música, me pone a volar, me manipula el espíritu y el ánimo. Pero jamás he sido conciente de la letra de una canción. Desde niño nunca jamás. Me gusta el sonido, la armonía, el ritmo, pero no tengo puta idea del autor y su letra. Admiro como a nadie a los compositores, son dueños de una sabiduría y de un sentido de la estética que no me atrevo a cuestionar. Pero las letras no tienen significado para mí. Mi Bebé lo puede avalar: soy una torta de ahuyama, una bola loca, una absoluta güeva para las lyrics. Aunque hay muchas que canto de memoria, no se extrañen -si alguna vez me escuchan- que reemplece una palabra fundamental por otra cuya rima sea similar pero cuyo significado sea absolutamente diametral. Eso es para mí la música, armonía y ritmo. No significado. En mi época de tangos, me los aprendí todos, en la de boleros se me escaparon pocos, en la de ópera recité las más avezadas árias, pero confieso que jamás he comprendido el significado, siquiera, de sus títulos. Otro mea culpa.
Demock, amigo, si me lees (que espero que no), soy incapaz, quítame el saludo y la visita porque no puedo, no tengo sustrato, no hallo el cómo. Mil disculpas. Lo intenté y fracasé.
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Plácemes porque anuncian hoy en la prensa nacional que tendremos nueva Superintendente de Notariado y Registro, en emplazo del bandido hermano del presidente de la Cámara de Representantes que se niega a tramitar adecuadamente el proyecto del reconocimiento de los derechos patrimoniales y de seguridad social de nosotros los maricones, perdón (sic), los gays. Se trata de la abogada, goda recalcitrante, Lyda Beatriz Salazar Moreno viuda de Camacho, el que se mató cayendo dentro de un helicóptero cerca a Caparrapí, hace como un año. Es prima hermana de mi papá. La picadita de la familia. La que en la década de los setenta hacía con mi tío Gabriel Eduardo (r. i. p.) y con mis primos William y John Jairo travesuras como la que narró mi Bebito en uno de sus recientes post. La que tuerce la jeta cada que nos vemos y la saludo con el Lyda Beatriz completo, parece que le pesara el nombre de su santa madre. Mis mejores deseos por su desempeño en el cargo. Mis respetos por ser capaz de mantenerse incólume entre esa sarta de bandidos que son los políticos.
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Creo sentirme, después de toda esta cháchara, un poco más liberado y tranquilo. Pensando en que Juan Pablo está contento por la celebración del cumpleaños de una de sus compañeritas de colegio. Creyendo que hoy seré capaz de que mi Bebé quiera volver a verme, sin hablar, solo con besos y abrazos. Esperando que el negocio de Las Américas no se malogre para poder concretar la inversión del millón de dólares que ofreció Urdaneta con MI modelo de negocio. Deseando que el seguro de la tractomula le permita al señor reponer su vehículo de carga para que pueda seguir trabajando y manteniendo a su familia acongojada. Anhelando un mejor futuro para mi Bebé y para mí, en nuestra propia casa, con suficiencia de recursos y con el amor vivo y permanente.
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Agradecimiento inmesurable por las más de seiscientas visitas que he recibido en mi blog desde el cuatro de octubre.
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Que dios, si existe, me perdone.

sábado, 21 de octubre de 2006

Paola

Se trata de la hermana del novio de Mary la mamá de mi Bebito, es decir, la "tiastra" de Ricardo.
Hace casi dos semanas, Mary -mi suegra- llamó a mi Bebito para pedirle (ordenarle, que es su estilo muy particular) que dispusiera del fin de semana del puente para recibir y atender a Paola, su cuñada, y a una amiga que venía deNueva York, de Queens exactamente. Me comentó, me pareció aburrido, pero igual frente a la orden no había ya nada por hacer. Y sin recursos propios, pues ni hablar. Tendríamos visita el fin de semana.
El sábado en la tarde -con mucho sigilo- Mary llamó de nuevo a Ricardo, le comentó que debíamos (ya estaba yo incluido en la colada) ser muy amables con la visita porque Liliana, la visita proveniente de Queens, fue especialmente atenta con ellas (Mary y Juliana, su nieta -me mata si ve que le digo abuela) cuando estuvieron a mitad de año allí de vacaciones. Además le hizo jurar a mi Bebito, si hubiera podido sobre la biblia, que no diría a nadie que Liliana era la mujercita de Paola. Je je je, ¡qué risa! Era algo previsible por cuanto mi Bebé conoce desde hace mucho tiempo la preferencia sexual de su tiastra. Faltaba ver que ella conociera la nuestra, lo que asumíamos completamente puesto que Fredy -su hermano, el novio de Mary, el padrastro de mi Bebé (me va a matar por escribirlo)- ha debido ponerla al corriente desde hace mucho tiempo. Además de mi existencia, ya muy familiar y frecuente entre ellos.
El sábado en la noche no salimos, el domingo nos levantamos relativamente temprano, después de desayunar hicimos trasteo de ropa, mi Bebé para el apartamento de Diana Victoria -su hermana-, yo para el de mi Mamá. Almorzamos donde Mamá y después salimos al aeropueto a recoger a Paola. De allí a descargar maleta en el apartamento de Diana Victoria, después a mercar en Carrefour (no había NADA en la nevera). Olvidé comentar, Diana Victoria -la hermana de Ricardo, mi cuñada, la hija de Mary, sobrinastra de Paola- estaba desde el miércoles en Pereira, de paseo-congreso. Durante el mercado, Paola compró ramo de flores para recibir a su mujercita, con quien completa una relación de más de seis años. Camino al aeropuerto, indagué sobre su vida, sobre la forma en que se conocieron, sobre su relación.
Justo antes de la salida de Liliana, temblaba de los nervios, fumaba con desesperación, parecía una chiquilla adolescente llena de angustia y excitación. Ella, después de abrazarla y besarla, entregó el ramo de rosas y cartuchos. Nosotros le entregamos un capuchino que acabábamos de comprar en Juan Valdez. Hacía un frío de mil demonios.
Liliana tiene 33 años, pereirana, vive desde los 19 en Nueva York. Trabaja en el aeropuerto de Newark con Continental, cargando y descargando aviones. Es de contextura normal para su edad, un poco abundante en busto, de cabello negro, largo larguísimo. Una persona muy femenina (quién lo diría para ese trabajo) y agradable. Muy medida en sus comentarios, excesivamente prudente en su forma de ser. Definitivamente la mujercita de la relación (perdón por el estereotipo). Por su parte Paola, una mujer bonita, frentera, un macho de cabello largo castaño ensortijado, de esos con los que uno se siente bien protegido. Abundante en carcajadas. De trato chabacán y agradable (!), menos gruesa que su novia, muy emotiva y poco cautelosa con lo que dice.
Tengo la impresión de que el viaje era como de reconciliación o de confrontación. Paola lleva un mes largo en Pereira y -a mi parecer- retó a Liliana para que vineira a atizar la llama del amor. Y lo logró.
Fuimos a descargar en el apartamento. Salimos de rumba, pasando primero a comer algo antes. Ellas corrieron con todos los gastos, nosotros no teníamos cómo. Fuimos a sungay de Cha Chá. Fuimos los últimos en entrar, qué desepero, cantidad de gente conocida y desconocida, mucha farándula. La música -extrañísimo- malísima, no había crossover y el ambiente -extrañísimo también- aburridísimo, no estaba para bailar, solo para sollar y eso no era lo que queríamos. Nos tomamos un vodka (he de decir, mini vodka), y salimos despavoridos.
Buscando llegamos a Fercho´s. Allí el ambiente era bien diferente, más acorde con los deseos y la intención. Allí compraron media de Absolut. Bailamos como locos. Coqueteamos como nunca. Estábamos rendidos. Liliana no dejó de cabecear mientras estuvimos allí (llevaba más de 24 horas sin dormir). Paola sacaba energía de quién sabe dónde diablos. Saltaba, gritaba, cantaba. A las dos y media de la mañana la sacamos de allí casi a rastras. Estábamos molidos.
El lunes, a pesar de querer madrugar, nos levantamos cerca del medio día. Desayunamos y nos fuimos de paseo al norte. Comimos postres deliciosos (el guanabanón Paola se lo hizo preparar como le dió la gana) entre Cota y Chía. Por la nueva variante fuimos a Zipaquirá. Entramos a la Catedral de Sal. Es como mi séptima visita y siempre me conmueve el espíritu y los sentidos. Además tuvimos un guía maravilloso. De allí salimos a buscar gallina criolla, que era un antojo que traía Liliana desde la Gran Manzana. Nos fue mal, resultamos en un comedero en la plaza de mercado, buen sabor pero fría y mal servida, rodeados de perros espantosos.
Hablando de perros, ese fue el karma.
La lesbipareja ha desborado todo su sentimiento maternal en el cuidado de sus perros y en la causa de la defensa de los animales. Saliendo de la salina, en el parqueadero, había un carro con un perrito adentro. Paola casi desbarató el carro arguyendo que el perrito estaba muriéndose allí encerrado, que qué colmo de gente, que qué hijueputez tan malparida la de los dueños del canchoso. Almorzando, los grandes beneficiarios de las abundosas carnes de la gallina fueron los cánidos espantosos que nos rodeaban. Todo aquello acompañado de los incesantes vituperios en contra de todo el posible establecimiento, desde los organismos estatales hasta las más miserables familias.
Mi concepto muy particular, con relación a las mascotas, es que todo ese cariño uno lo debe canalizar en los congéneres humanos, ya bastante maltrechos por el hambre, la guerra y las calamidades del tercer y cuarto mundo. Yo tendría un perrito, si tuviera con qué pagar un negrito que lo mantuviera a punto de consentirlo y quererlo sin sufrir sus más básicas necesidades. He dicho (esto me costará la cabeza). Aclaro: no estoy en contra de los dueños de mascotas, siempre y cuando tengan el justo equilibrio de su cariño entre sus prójimos y las bellas criaturas de la naturaleza, pero sí detesto a todo aquel que antepone el interés animal por encima de la necesidad del congénere. Lo digo con conocimiento de causa, habiendo vivido más de la mitad de mi vida entre unos y otros, animales y congéneres, dueños y alienados.
Bien, en la noche, cansados, preparamos tornillos con lo que quedó de la gallina y champiñones. Y dormimos en espera de la nueva semana laboral.
El martes llovió todo el día. Ellas se dedicaron a "adelantar cuaderno" y a acumular amores, solas en el apartamento. El miércoles, a las siete de la mañana las dejamos en el aeropuerto Eldorado. Una de vuelta a Newark, y la otra camino a Matecaña.
Fue nuestro primer fin de semana lesbiánico. Reconozco que a pesar de los perros, la pasamos bien. Muy queridos, muy de la casa, muy atentos, linda la fiesta, regia tu mamá, las matas de un verdor espectacular, en fin...
...
El cambio en el tamaño de la letra, corresponde a mi nueva ancianidad, que ya me dificulta leer el menor tamaño. Mil disculpas por eso.
Estoy esperando a mi Bebito, a ver si pasamos rico el poco tiempo que ahora compartimos por efectos de la cruel separación.
Adoro a mi Bebé. Amo a mi Bebé. Mi Bebé me quiere mucho.

miércoles, 18 de octubre de 2006

Las REINAS de Manuel Gómez Pereira

Desde que tuve la oportunidad de leer la reseña hace menos de dos semanas en la revista Eskape -uno de mis suplementos preferidos en El Tiempo- me hice al propósito de ir a verla, a pesar de lo precario de la situación económica. Esta tarde, cuando mi Bebé determinó que la mejor forma de tener la excusa de vernos era invitándome a cine, no vacilé un segundo en decirle que era esa y no otra la película elegida. Busqué la sala y el horario más convenientes por la red.
Me recogió cerca de las seis y media de la tarde, me llevó a San Rafael (hace más de tres años decidimos ir a cine únicamente a salas de Cinemark), comimos y entramos a la sala. Empecé un poco asustado por la bajísima asistencia: cuatro "comensales". Pero en cuanto empezó la presentación, no tuve la más mínima duda de estar frente a una película, al menos, rescatable. Me hubiese atormentado haber resultado viendo un hueso. Es algo casi intolerable para mí. Ricardo es más indulgente al respecto.
La historia muy ingeniosa, como suele suceder con todo el cine español de vanguardia, historias que se van hilando irremediablemente de manera imperceptible. Las actrices de primerísima categoría. Los actores, hasta en los roles heterosexuales, bellísimos. Cada uno con un encanto muy especial, muy a pesar de su heterogeneidad. La forma, divertidísima, con el lleno de conflictos suficientes para provocar la sonrisa angustiosa que finalmente provoca un feliz resultado.
Enmarcada en un momento histórico del logro de los derechos civiles y sociales peninsulares, invita a una refrescante y sosegada reflexión en torno al amor, con los maricas como su mejor excusa, pero al fin y al cabo solo amor, del más cursi, del más perverso y sano amor posible, ocasionalmente sólo comprendido por los gays.
Creo que es mi más sincera recomendación: Reinas. Disfrútenlas, pueden estar retratando a sus reinas y a Ustedes-nosotros mismos.
Besitos y que ojalá alcancen antes de que desaparezca de cartelera.
Ah, es tan buena, que mi Bebé me pidió que se la regalara.

Poquitas palabras para decir

...que agradezco inmensamente aquellos mensajes de cumpleaños sinceros y cargados de cariño ausente. Besos, abrazos y caricias para todos
... que estoy contento porque por fin y de una vez por todas firmamos y arrancamos en el proyecto de Las Américas. Las cosas no van a ser fáciles, las expectativas son muy grandes, pero al fin hay algo en qué estabilizar el quehacer diario. Desde el miércoles de la semana pasada estoy pegado en eso
... que adoro a mi Bebito aunque a ratos nos hagamos pasar malos ratos
... que estoy feliz leyendo todos los blogs gays que encuentro, que los reviso a diario, que me encantan los comentarios, que las fotos, que la diversidad de temas, que los videos, que me indexen, que me digan, que me regañen
... que me siento anciano, llego rendido en las tardes al regresar de la Clínica, que ya no tengo los bríos de antes pero que trato de seguir haciendo todo lo mejor que puedo
... que me embarga la tristeza por la separación -espero extremadamente temporal- a la que nos vemos obligados por efectos de la mala racha y de la escasez de pacientes usuarios de mis servicios
... que este fin de semana estuvimos de rumba con una pareja de lesbianas (Paola y Liliana) amigas de mi suegra, ambas naturales de Pereira, una procedente de NYC, con mucho Absolut, paseo sabanero, postres y desmandes gastronómicos, enamoradas de los animales (¡qué martirio!), que las despedimos esta mañana en el aeropuerto, que contaré detalladamente en un próximo post (que ya se me van acumulando los temas y no aparece la inspiración suficiente)
... que tengo una caspa atroz y salvaje desde hace unos pocos días y no sé qué hacer
... que mientras las cosas van mejorando me dan cada vez más ganas (ese es mi afrodisiaco)
... que qué fríos tan hachepés los que han hecho en las noches, que ante la ausencia de mi Bebé me azotan como el peor castigo
... que estoy como loco pensando en el bendito grupo y las benditas canciones para responder a la tarea que me puso demock77, uno de los congéneres bloggers desde su último post y que no deja de martillarme la cabeza
... que quiero entrar otra vez a gimnasio (¿Barbie tech?)
... que -nuevamente- gracias a Milo, ya tengo tema para otro post, aunque me sigo devanando los sesos tratando de recordar quién y cómo es
... que mi Bebé ya viene a recogerme para que vayamos a cine
Que te mando un besito apretado y un abrazo endulzadito.

martes, 10 de octubre de 2006

Día nacional del orgullo LGTB

Esta tarde, a las seis y cuarto de la tarde, llegué a casa de Mamá y en un acto -que se podría calificar de explícita rebeldía- sintonicé en el principal televisor el canal institucional del Congreso de la República, para seguir -a oscuras- la votación del proyecto de Ley ciento treinta de dos mil cinco.
Después de escuchar sendas intervenciones de varios senadores, a favor y en contra (Claudia Rodríguez de Castellanos, Álvaro Araújo, Gustavo Petro, entre otros), se procedió a votación de carácter nominal.
Apretado resultado, como apretado sentía el corazón con cada negativa; arrojó 49 a favor y 40 en contra. A las 7:19 el secretario leyó el recuento de votos y a las 7:25 se proclamó la aprobación para que se reconozcan los derechos patrimoniales y la seguridad social para parejas conformadas por individuos del mismo sexo como Ley de la República.
Celebré -en la oscuridad y en mi silencio mudo- con lágrimas ocultas, pocas pero agitadas hasta los más recónditos sentimientos cuando las cámaras se atrevieron a enfocar a las ahora reconocidas barras, que con un igualmente callado GRACIAS en los colores de la Patria, era tan callado y profundo como mi silencio mudo.
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Atrás quedaron argumentos tan débiles como el temido horadamiento del núcleo familiar, cuyas bases empezaron a ser heridas con la protección del concubinato en el año noventa.
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Reconocimiento para los conservadores, que le dieron libertad a sus copartidarios para votar a conciencia, no bajo los lineamientos de la bancada.
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Pitos y chiflidos para algunos liberales que -lejos del librepensamiento- votaron en contra declarando objeción de conciencia.
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Palmas para Gustavo Petro (!), que -una vez proclamado el resultado- desvió la atención de la sala polemizando sobre algún proyecto de importancia agrícola, evitando así los infortunados comentarios que se hubieran podido seguir dando en contra del proyecto, aún después de haber sido aprobado.
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Espero que sea con Ricardo, mi Bebé, con quien pueda hacer uso de los derechos que -con todo y a pesar de todo- nos hemos ganado.

sábado, 7 de octubre de 2006

Mi noche de cumpleaños

El día pasó sin mayores contratiepos. Después de haberme repuesto a la malparida nostalgia de la mañana, fui a casa de mi Mamá, de allí al almuerzo de trabajo -no muy productivo por cierto- y de nuevo al lado de ella. En la tarde, como a las cinco, compartimos una deliciosa selva negra (de La Castellana), con mis sobrinos y mis hermanas.

Mi Mamá, muy linda ella, me regaló cincuenta mil pesitos, con mucho esfuerzo porque eso significa cincuenta mil pesos menos del mercado del mes. Muy triste por no poderme dar más y muy inquieta porque los negocios y los pacientes resulten de nuevo. Es una de las damnificadas.

En la noche, como a las nueve, llegué a la casa, con el pedacito de selva negra para Ricardo. Me llamó como a las diez, a avisarme que estaba en Bosa -estudiando- y que no nos veríamos hasta hoy. Me emputé, lo reconozco, creo que está jugando al límite.

Salí, caminé en medio del frío y bajo la luna llena. Tomé un alimentador, luego un Transmilenio y llegué a Baltimore, para no pasar la noche solo. De entrada me encontré con Juan Carlos, un abogado que me levantó (yo me siento incapaz de levantar) hace como ocho meses allí precisamente. En esa oportunidad hicimos un trío que repetimos a los pocos días en nuestra casa. Un buen polvo, para qué. Nunca había empezado la acción tan pronto. Me invitó a su relax especial, el doscientos catorce, en donde me presentó a Pablo, un amigo que más creo su pareja porque no tuvieron necesidad de condón. Allí jugamos un rato los tres. Mamada va, mamada viene, el pajazo, el dedo en el culo. En fin, delicioso. Mucho calor, el puto problema de esos cuartos. Sudábamos, no, llovíamos los tres. Juan Carlos es un tipo muy agradable, como de unos 30 años, buen cuerpo, cara bonita... y le gusto, ese es el mayor afrodisiaco entre nosotros.

Acabados los efluvios sexuales, salí de allí a darme un baño y entré al sauna a descansar un poco. Me senté en el segundo "piso". No pasó mucho tiempo y entró Felipe, un profesor de religión que conocí hace como cinco años en algún lugar sórdido que no recuerdo. Se sentó en el primer nivel, se dio vuelta y -no lo podía creer- logró que me viniera en su cara, con una mamada de antología. El sitio estaba lleno y mientras unos se daban dedo, otros mamaban, los más osados culeaban, y los más se masturbaban. Salí de allí, le di un abrazo, nos bañamos juntos, hablamos un rato y me dispuse a tratar de seguir descansando.

Allí llegué cerca de las once y media de la noche y no había pasado una hora y ya tenía dos polvos a mi haber, lo que nunca había pasado antes. Parecía que estaba conjurando el fantasma de la fecha.

Estaba en el turco, en la sala más caliente, y un muchacho, muy bonito él, no dejaba de mirarme el pecho y la entrepierna. ¡No lo podía creer! Allí normalmente, con Ricardo, muy difícilmente levantamos un buen pajazo compartido. Y esta noche ya llevaba trío, eyaculación facial e iba para el tercero.

Me he de confesar una completa güeva en las lides conquistadoras. Le correspondí la mirada, está buenísimo el tipo, casi uno de los más bellos de la noche. Nos cruzamos en la ducha, algo me dijo que pretendí comprender sin entenderlo. Nos encontramos -sin querer, lo juro- en el sauna oscuro. Me tocó, le correspondí; me besó, lo acaricié. Enredé mis dedos torpemente en la maravillosa pelambre (un oso como de foto porno) de su tronco. Me invitó una cerveza. Su nombre es Germán, veintiseis añitos, un paisa delicioso natural de La Victoria, Caldas. Como de uno ochenta de estatura, buen cuerpo, cara linda. Todo un bizcochito (no como el de San Juan que parece ser de menos estatura, pero igual o más bello, eso sí). Nos tomamos, no una, sino tres cervezas cada uno. Hablamos mucho, de nosotros, de nuestras parejas, de nuestras familias, de nuestro mundo. Sin darnos cuenta, pasamos la madrugada juntos. Yo, que siempre tomo servicio de relax, precisamente para tener cómo consentir a un especimen de estas características (sobra comentar que jamás se me había presentado tal oportunidad), esta vez alquilé locker, y pasamos buena parte en el bar -cogidos de la mano-, buena parte en el sauna -cogidos de la verga (la suya deliciosa)-, uno que otro rato en el turco y en la ducha.

Consideré, pensé que estaba pasando el mejor de los cumpleaños (sin que ninguno de los implicados supiera que eran parte de mi celebración secreta). Estaba extasiado con mi suerte. No lo podía creer. Me sentí en los brazos de Venus, con algún encanto especial porque me sentí, más que observado, admirado. ¡Quién lo pudiera creer, yo a mis treinta y nueve y con tantos kilos de más, admirado en una maravillosa noche de sauna! Además de Juan Carlos, de Felipe y de Germán, hubo asedios de todas partes, miradas, toques. Llegué a sentirme, momentáneamente, el centro de atracción. ¡Cómo la estaba pasando! ¡Wow! Hasta los empleados, habitualmente hoscos, estaban encantadores con el servicio.

Me olvidé de la cruel ausencia de Ricardo, me olvidé del despertador de la madrugada (que también, por efectos de la universidad, nos atormenta los sábados), me olvidé de compromisos y de falsos miramientos.
Pero... ¡¡¡jueputa!!! Todo fue el más espectacular de los sueños, transformado ahora en la peor de las pesadillas. Todo una ilusión. No fui capaz de conjurar el maldito seis de octubre. Ahora solo quedaba la mancha húmeda del semen pretendido en las sábanas (Ricardo me enseñó a dormir desnudo), y la sensación del vacío más malparido. No hubo Germán, Juan Carlos ni Felipe, sólo fueron ilusión desnuda, deseo reprimido. No hubo tinieblo.
Peor aún, son las dos de la tarde, y aún no aparece Ricardo. Y no sé qué sentir ni qué pensar.

viernes, 6 de octubre de 2006

La voz de los oprimidos

Parece una condena. Este debía ser un día fuera del calendario. Hace dos años pasé el día escondiéndome de una intensa sicóloga que pretendía amor eterno con un acoso que jamás habría podido imaginar. El año pasado estaba en medio de la angustia por el negocio malogrado de la UCIN Monterrey, casi enloqueciendo por un dinero por el que estoy respondiendo y del que no me quedó más que problemas. Este año no podía ser la excepción. Es una maldición. Mi consuelo es que -parece ser- no solo me pasa a mí. Nuestro signo debía ser proscrito del zodiaco, por lo menos para la época de cumpleaños. Sin un centavo en el bolsillo, con los pacientes más esquivos que siempre, el proyecto que sí sale, que no sale, la incertidumbre tenaz de hacer empresa, la consecuente angustia por no saber si hay para pagar arriendo, servicios, créditos... en fin.
Todo empezó mal cuando recibí la llamada de Ricardo preguntando por el pico máximo de la presión arterial sistólica. Ya me había enviado un mensaje de texto y no lo había leído. Sentí una verguenza profunda con él, por no estar oportunamente para atender su necesidad académica puntual. Será que ni para eso sirvo. Después, estaba leyendo el -nunca suficientemente bien ponderado- post de Milo -análisis fabuloso, por cierto- cuando recibí su segunda llamada, para ir a recogerlo en la universidad. Yo quisiera poder dejar de lado las susceptibilidades maricas (¿o güevonas?) y no sentirme por pendejadas que sé que no valen la pena. Pero no soy capaz -nunca lo he sido con la gente a la que quiero- de esconder un puto sentimiento. Si se tratara de un ajeno totalmente indiferente a mis afectos, me valdría culo, por decir lo menos. Pero con Ricardo no puedo, nunca he podido y me preocuparía bastante (o debía preocuparse él) el día que no reaccione de esta manera tan ridícula.
Llegué, le marqué al celular. Salió despacio, le importó mierda que ya hubiera llegado a recogerlo. Prefirió disfrutar lentamente su comida, detenerse a hablar con algún amigo, sin saludar, pretendiendo no darse cuenta de que estaba esperándolo, o -peor aún- dándose la importancia suficiente de hacerse esperar por la necesidad reconocida de tenerlo y saberlo cerca.
No bastó el silencio de todo el camino, para llegar, responder una llamada de quién sabe quién putas, durar más de cuarenta minutos al teléfono, sin importarle nuevamente que yo estaba allí, empezando a pasar el mal momento del puto cumpleaños que hoy no dejará de atormentarme.
No hubo comida, para mí al menos no. Los días que lo recojo en la universidad, espero a que sea la hora en casa de mi Mamá. Allí no recibo nada de comer por la ilusión del pan compartido con mi novio, casi el único momento de convivencia al que tenemos derecho en medio de nuestra fatal semana de trabajo, estudio y estrecheces compartidas. Hoy, por lo tanto, ni el derecho al saludo de la mañana. Ya salió para la oficina, sale tarde de la universidad y no sé qué tenga programado para estudiar su parcial de mañana.
Desde antier estoy recibiendo mensajes automáticos de felicitación, impersonales, nimios, carentes de inspiración. Y hoy solo tengo ganas de llorar, de acostarme y despertar días después, cuando ya no queden ni rescoldos de la fecha fatal. Acabo de recibir la llamada de mi padre, con sus mejores deseos, yo lo sé. Y la de mi Mamá, que espera que pase alguna parte del día con ella para espantar los demonios. Y solo tengo ganas de llorar. De desaparecer de un suspiro. De buscar cómo conjurar la maldición del cumpleaños que me tocó. De no saber si querer reaparecer.
(pausa)
Recién recibí la llamada de Juan Pablo, mi sobrino, el que estuvo enfermito hace unos días, y estoy chillando como la más marica de las maricas. Odio este puto día. Me destroza esta maldita fecha.
Ya recibí tres regalos de cumpleaños, una platica que me dejó mi viejo el martes, antes de regresar a Barranquilla, con la que pagué los servicios vencidos a punto de cortar. Un dibujo que me hizo Juan Pablo anoche cuando una de mis hermanas mencionó lo del cumpleaños y un alfajor, que me encanta, que dejó de comerse Ricardo por compartirlo conmigo a pesar de lo hijueputa de la fecha. Y no es tu culpa, Bebé, es solo mía, yo lo sé, y -como siempre- te ruego me sepas disculpar. No eres tú, es este maldito hijueputa día. Me siento destrozado, con una de esas desnudeces que matan. La invitación que quería hacerme mi Mamá para almorzar, no la pude aceptar porque tengo una reunión de trabajo al medio día. Hasta eso me corroe la conciencia, no haber podido almorzar con mi Mamá.
Siempre he creído que los cumpleaños habría que celebrárselos a las madres. Ellas son las que sufren, con el más siniestro de los dolores, el nacimiento de uno, que -sin esfuerzo- viene a partirse el lomo en este mundo. Ellas son las verdaderas heroínas de esta celebración, motivo de licencias absurdas: hago hoy lo que quiera, porque estoy de cumpleaños. No, son ellas las verdaderas mártires de nuestra existencia. Mi felicitación y agradecimiento más sincero para ella, que debe ser la verdadera celebrada.
Y no es que me sienta viejo, sigo con el espíritu lozano de los años precedentes, no me preocupa llegar al cuarto piso si casi sé que igual en el séptimo u octavo me la estaré gozando como en el segundo o el tercero. No es la crisis de la edad madura, que espero no llegar a tener jamás en mi existencia. Es solo este día, que debía desaparecer del calendario.
...
Tratando de conjurar la malparidez cósmica que hoy me ocupa, quiero regalar la receta de la casatta de frutas que mencioné en el post precedente. No es especial, pero es una de las pocas recetas que repito con gusto (me parece mediocre repetir recetas) porque siempre es bien recibida.
- Una taza de ciruelas pasas sin semilla
- Una taza de uvas pasas claras
- Un pocillo de almendras laminadas y tostadas
- Un frasco pequeño de cerezas marrasquino
- Un frasco pequeño de cerezas mentoladas
- Una lata mediana de coctel de frutas
- Media libra de moras
- Una botella de vino moscatel blanco
- Una libra de crema de leche
Desde la noche anterior, se marinan las ciruelas y las uvas pasas, de forma tal que el moscatel las cubra. Al momento de la preparación, se separa el vino de las frutas (y se reserva), se desmenuzan las ciruelas, se cortan las cerezas en mitades y se mezclan con todo el resto de ingredientes, a los que previamente se les ha escurrido el almíbar, que se reserva aparte (los de las cerezas y el coctel de frutas). Se coloca en un molde húmedecido previamente, ojalá en forma de corona, y se mete a congelar, de un día para otro. Con las moras, los almíbares y el moscatel reservados, se hace un dulce de mora, que -una vez frío- se pasa por un cedazo fino para eliminar las semilas de las moras.
Se sirve la tajada de casatta sobre el dulce de moras y se baña con una cucharada de crema inglesa (no apto para diabéticos). Les auguro éxito total.
...
Un agradecimiento para los bloggers indexados, y uno mayor para todos aquellos que se están atreviendo a vincularme en sus páginas. Y mil perdones por escribir las güevonadas con las que pretendo conjurar mis fantasmas. Increíble, con haberlo escrito, y con el recuerdo del sabor de la casatta, me tranquilicé. Mil perdones -reitero- por eso.
Quiero invitarlos a visitar todos y cada uno de los blogs indexados, hay para todos los gustos, de todos los colores, tamaños y sabores (espero probarlos, je je je!). Y no dejen de comentarlos, es el mejor precio que podemos recibir por lo que hacemos.
Un abrazo, un beso y... caricias por allá.

lunes, 2 de octubre de 2006

Una pasión

Corría el mes de octubre de 1993, estaba cumpliendo con mi servicio social obligatorio en el Departamento del Guaviare, uno de los lugares más deprimidos de la geografía económica nacional. Por razones de salud, que comentaré en alguna otra ocasión, tuve necesidad de pasar unos días en Bogotá. El viaje de regreso a San José del Guaviare se hacía por vía aérea. Un vuelo diario desde Bogotá, que salía rayando las seis de la mañana desde el aeropuerto Eldorado. Extrañamente -no era habitual, menos cuando se viajaba por la desaparecida Aces (de lejos la mejor aerolínea que tuvo el país en los años recientes)- se presentó un importante retraso en el vuelo de ese día.
Una vez estuvo abierta la librería del aeropuerto, compré Como agua para chocolate, la novela magistral de la mexicana Laura Esquivel. Adelantando su lectura esperaba "matar" el tiempo. Eso era mejor que pasar el día escuchando alguna tontería de mi compañero de viaje, cuyo nombre no mencionaré para evitar darle la importancia que -hoy en día- no merece.
En la medida que leía las descripciones, iba generando en mi memoria los sabores y los aromas que debían exhalar todas y cada una de las preparaciones que a lo largo de la obra se iban describiendo. Era toda una fiesta para los sentidos. Fue uno de los momentos más excitantes de la vida. Por fortuna para mí, el retraso del vuelo fue tanto, que alcancé a devorar una a una todas sus páginas. La exaltación y grandilocuencia afloraron en la penúltima página, cuando se redondeó la historia con su personaje, Tita. Como en todo gran final, un sentimiento épico se apoderó de mí y -una vez más- ratifiqué mi encanto por la literatura latinoaméricana contemporánea.
Pero lo más llamativo había sido tener todos los sabores en mi sentido degustatorio, a pesar de existir recetas para mí imposibles por la ausencia e ignoracia de sus ingredientes. El mayor descubrimiento de ese día, fue el de mi memoria y creatividad culinaria, a pesar de venirla cultivando desde muchos años atrás, cuando empecé aventurándome en la cocina para satisfacer los aniversarios de matrimonio de mis padres, contando con trece años de edad.
Desde entonces, la labor de cocina es mi única alternativa orgásmica al sexo real.
Esa es, quizás, mi mayor pasión. La cocina. Es allí en donde me abstraigo de toda realidad. En donde aflora toda mi creatividad. En donde los sentidos no tienen tiempo para más. Mi mayor agrado está en saber satisfechos los más lábiles o los más selectos paladares. En ver los platos desocupados, en ser requerido por la receta, en ser felicitado por los resultados. Es mejor que salir exitoso de una cirugía. Es el único sitio en donde el sexo con mi Bebé no es prioridad. Es el único lugar en donde las pobres manifestaciones acaban con mi espíritu.
Esto no quiere decir que sea exigente. Sé apreciar cualquier buena intención, y si algo agradezco en el alma, es una invitación a comer.
No todo es perfecto. Una de las únicas condiciones que me saca de quicio, sin miramientos de ninguna natutraleza, es que me molesten en la cocina. En cualquiera que sea mi cocina. No soporto ningún tipo de sugerencia o de anotación, por oportuna que ésta sea. Es mi único espacio privado, no por secreto sino por propio. Es el único sitio en donde alguien, cualquiera, puede sentir mi mirada inquisidora por su presencia no deseada. De eso no ha escapado nadie. Y Ricardo pone a todos en conocimiento para evitar malos entendidos.
De esta misma forma, la mayor atención que me atrevo a brindar, es una invitación a mi mesa. Nunca he soportado una mesa mejor que la mía. Es en lo único que no existe la modestia.
Una receta, mi sugerencia para una excelente minuta:
Entrada
- Jamón serrano sobre tajadas muy finas de melón muy dulce, con un toque de aceite (sin sabor) y una pizca de pimienta blanca molida
Plato
- Salmón almendrado
- Pasta corta al pesto, con tomates secos picados muy finos
- Ensalada de lechugas y tomate con balsámico
Postre
- Casatta de frutas bañada con crema inglesa
La fórmula del salmón es muy sencilla. Un filete de salmón de unos doscientos gramos, grueso (unos tres centímetros), muy fresco. Se coloca con la piel del lado de una plancha caliente, con tapa. Cuando logra un tono rosado hasta la mitad de su espesor, se voltea y se vuelve a tapar, no más de cuatro minutos. Previamente se ha salpimentado a gusto. En la grasa que ha soltado el pescado, se sofríen unas almendras laminadas, a las que finalmente se añade una cucharadita de mantequilla y medio pocillo de crema de leche. Se sirve el salmón de inmediato, con la salsa encima.
Si quieren ver algunas recetas, en la página www.buscacocina.com, con mi nombre, pueden encontrar algunas sugerencias culinarias que espero puedan y sepan disfrutar. Después de satisfechos, sí a tirar con el novio de turno, en las treinta y trés posiciones que describe un manual de eruditos del sexo que recomendaré en otra oportunidad.
Mis mejores deseos en su cocina y en su cama.
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Un cometario al margen: me tomé el vil atrevimiento de indexar en mi blog a los que me gustan y que habitualmente leo, sin un orden específico de importancia (excepto el de Emilio Vergara que califico -¡qué osadía la mía!- como el mejor). Mis respetos y agradecimientos para todos, esperando que no se molesten y sepan comprender.