jueves, 28 de septiembre de 2006

Último reporte

Ayer, cerca de las nueve de la noche, el menor de mis tíos paternos, Gabriel Eduardo, entró nuevamente a cirugía, esta vez para una limpieza profunda de su lesión quirúrgica previa. Pasadas las once de la noche ya estaba en su habitación, en aparente buen estado general.
A las 3:37 de la mañana recibí llamada de Leonor Aydeé, informándome acerca de su muerte. Salí de inmediato a recogerla para ir a la Fundación Cardio Infantil a iniciar los trámites para las exequias. Sentí un dolor de espíritu muy fuerte, de esos que se sienten en el pecho y que no creí sentir por él. De nuevo reconocimiento y agradecimiento para la institución y para el doctor Sánchez de Guzmán, su cirujano.
En la clínica nos esperó Wilson, que lo acompañó hasta el último momento. Nos contó que Gabriel se desangró, que fue algo muy rápido, de minutos, inesperado porque estaba estable y se sentía bien, De hecho ya se había levantado al baño. Con Leonor Aydeé bajamos a la morgue, aún tibio, pero con expresión serena y segura. Eso me traquilizó(!). Su rostro me recordó el de Tía Nena, como si hubiera sido ayer que la vi por última vez.
Lo más difícil -lo sabía- hablar con papá después de darle la noticia. Me instruyó respecto a lo que quiere para las honras fúnebres: velación y misa en el mismo sitio en donde se hizo lo de Tía Nena, San Juan de Ávila, muy en contra de lo que querría haber hecho tío Guillermo, que no vale la pena siquiera comentar.
Mi sentido pésame y mi deseo por su bienestar donde sea que pueda uno estar después de este terrenal mundo. Acompañado de quienes más lo quisieron, la Abuelita Leonor, el Tío Jaime y la Tía Nena. Felicidad eterna para ellos, siempre lo merecieron.

miércoles, 27 de septiembre de 2006

Buscando, encontré: léanlo, por favor

Se me ha convertido casi que en un vicio, como el que viví hace algunos años con el chat de Gay Colombia (liderado por Milton René), la búsqueda de blogs que enriquezcan día a día la homoeroticidad que tanto me agrada y satisface.
He quedado de una pieza al ver la calidad de los chilenos. Pero hay uno en especial que hoy logró en mí las lágrimas que a veces necesito para sentirme vivo y especial (sí, Milo, yo me siento especial con este cuento, ¿será por lo viejito y desencajado?).
Mi recomendación especialísima para http://emiliovergara.blogspot.com/

martes, 26 de septiembre de 2006

Palacé con Colombia, Franja Rosa, gays & the city, Aventuras de Patacaliente, ...

... son los nombres de algunos de los blogs con temática gay que visito con frecuencia, casi que diariamente. Claro, no puedo dejar de mencionar Mis Historias -escrito maravillosamente por mi Bebito (tanto que siento como algo así como celos profesionales)-, o Ensayos -publicado por mi amigo Catilo- de Cali.
Uno de los mayores placeres que he encontrado en la vida es la lectura, porque me permite ubicarme en situaciones que afortunada o infortunadamente no he vivenciado. La literatura homoerótica se constituye entonces como una de los gustos mundanos que más me acercan al orgasmo, después -obvio es- del coito homosexual en cualquiera de sus manifestaciones.
Encontrar cómo a diario puedo enriquecer el acervo del movimiento gay nacional e internacional en la red, me hace revaluar de algún modo el valor de la literatura tradicional. En la red se publica sin edición, tal como se vive y como se siente, tal como se piensa y como se quiere. Eso hace de los blogs algo mucho más honesto que la literatura que a diario se vende en las librerías.
Pasar a ser leído, por quien decida leerlo, sin el filtro atroz de las casas editoriales, hace de los blogs un verdadero encanto. Se va escogiendo, uno mismo va buscando a sus favoritos y los elogia y los critica -en mi caso particular en silencio- pero siempre expresando un profundo respeto por lo que dicen, estén de acuerdo o no con lo propio o con lo ajeno.
Me he llevado sorpresas bien interesantes desde que decidí iniciar mi espacio. Comentarios como los de Joey, los de Milo y los de Ricardo me inspiran y me atemorizan. Cuando empecé a escribir nunca imaginé que nadie diferente a mi Bebé (además mi mejor y único amigo) y a mí pudiéramos leerme (¡je je je!, se leyó extraño), y mucho menos aún que Milo (blogger a quien admiro y envidio entrañablemente, y que me ha hecho devanarme los sesos tratando de recordar los pocos a los que les he alcahueteado la ida a Calles de San Francisco) pudiera recomendarme, para tener hoy como resultado casi una centena de visitas a mi perfil.
Me da miedo, y mucho, porque no concibo escribiendo y contando de manera diferente mi real sentir y vivir; cuando una persona se desnuda de esa manera, corre el riesgo de mostrarse tal y cual es, y eso empavoriza.
Pero mi comentario va, solamente, a agradecer que la tecnología nos permita mantener esta red de literatura franca y perfecta, inmediata y apasionante, sin restricciones ni censuras, en la que todos podamos compartir de iguales a iguales, como debe ser el verdadero arte.
Gracias mil, iterando mis respetos.

¿Por dónde empezar...?

Es realmente complejo. Ha sido una semana extraña. Hoy, por ejemplo, tengo un malestar general causado por una fiebre mamonsísima. Es que la fiebre me agota como nadie imagina. Me duele la cabeza, el cuerpo, el pelo y la piel. Sí, con la fiebre me duelen el pelo y la piel y eso es lo más jarto que hay. Ahora solamente puedo tomar acetaminofén, porque la última vez, con el ibuprofeno, me iba acabando la mucosa gástrica. Casi vomito, una a una, mis entrañas. Con un malestar espantoso.
Desde la semana antepasada Juan Pablo, mi sobrino -hijo de Leonor Aydeé-, estuvo indispuesto con fiebre y vómito. Después de casi una semana sin mejoría, hubo que llevarlo a un servicio de urgencias pediátricas. Tiene cinco años. Le aplicaron dipirona y lo devolvieron a la casa con tratamiento ambulatorio. Lo cierto es que al día siguiente, el jueves de la semana pasada, en la madrugada empezó a presentar hematemesis (vómito sanguinolento) y melenas (deposiciones oscuras por efecto de sangre digerida), por lo que tuvimos que correr de nuevo a urgencias. Después de un muy despectivo "de qué se trata la urgencia", el médico de turno lo hospitalizó para determinar lo que estaba sucediendo. Una pediatra determinó el manejo, que incluyó restitución de líquidos y electrolitos, ranitidina parenteral, supresión de la vía enteral oral y la necesidad de realizar una endoscopia para determinar lo referente al sangrado de vías digestivas altas.
En la tarde, tratando de establecer el foco de la fiebre, otra pediatra solicitó una radiografía y unas pruebas de coagulación, con el fin de practicar una punción lumbar para descartar neuroinfección, puesto que el resto de exámenes fueron normales. Se documentó la prolongación del Tiempo Parcial de Tromboplastina, a casi el doble de su valor de referencia. Alerta todo el mundo, ahora lo importante era descartar una coagulopatía. A nadie, ni médico general, ni especialista, ni coordinador de área, se le ocurrió solicitar unas pruebas de función hepática, cuya alteración son la primera causa de una coagulopatía en un paciente con alteraciones gastrointestinales tan evidentes como las de Juan Pablo. Así pasaron cuatro días de hospitalización, cuyo objetivo era descartar una Hemofilia o una Enfermedad de Von Willebrand, sin antecedetes de ninguna clase. Ahora a esperar el casi eterno trámite por Consulta Externa.
Vale mencionar que los profesionales a cargo trabajan para el mayor conglomerado del negocio de la salud en Colombia, bajo la batuta del contador Palacino Antía. ¡Tristeza!
Al mismo tiempo, Gabriel Eduardo se debatió entre la vida y la muerte. El jueves en la tarde fue rentervenido porque se presentó dehiscencia de las suturas en la faringe remodelada. Eso asociado a una gran infección. Fue una cirugía casi tan larga como la primera. Después, infortunadamente presentó una severa hemorragia que requirió para su control de una nueva intervención en el quirófano. De allí salió directamente a Unidad de Cuidado Intensivo.
El viernes en la mañana, a la hora de la visita, llegué a la Unidad, entré y encontré un cuadro demoledor. Es como si lo hubiese encontrado muerto, conectado apenas para mantener sus constantes vitales básicas. Me sentí perdido, mirando a todos lados sin encontrar respuestas. Le pregunté a alguien que solo atinó a decirme que debía esperar a que terminara la hora de visita para tener alguna información sobre el paciente. Traté de calmarme y en ese momento agradecí haber sido yo el primero en entrar. De hecho, debía ser el único preparado para tan dantesco espectáculo. Lentamente me dispuse a mirar cada uno de los aparatos y cada una de las soluciones que tenía conectadas. Poco a poco empecé a comprender que, efectivamente, estaba en un estado muy crítico, completamente sedado, con siete soluciones distribuyéndose simultáneamente a través de un par de vías parenterales, una venosa y una arterial, tratando de mantener su vida. Si hubiese tenido un espejo para mirarme, me habria aterrado mi expresión aterradora. Por fortuna, antes de salir, llegó un cirujano, me dijo que las cosas estaban controladas, que ahora todo dependía de la respuesta del paciente al manejo que se le estaba dando. Inquirí por su sedación profunda y me explicó que correspondía a una necesidad para evitar que "peleara" contra el ventilador.
Salí, les comenté a Victoria y a Diana que él se encontraba mal, muy inflamado por efecto de los medicamentos, pero que aún no había nada definitivo por cuanto en unidades de ese tipo se especializaban en sacar adelante casos tan severos como el del menor de mis tíos.
Al terminar el tiempo de visita, la doctora Tolosa, residente rotando por la Unidad de Cuidado Intensivo, nos comentó acerca de la situación general del estado del paciente, anotando que el problema en ese momento -que justificaba el manejo que se le estaba dando- era un foco infeccioso de difícil determinación, que lo tenía prácticamente en choque séptico.
Al día siguiente, fue grato ver que ya no estaba tan dormido, la dosis de midazolam estaba a la mitad. Al tercer día ya se encontraba completamente despierto y sin ventilador. La recuperación era abrumadora y correspondía con los hallazgos en sus paraclínicos. Ayer le dieron de alta en la UCI y fue enviado a habitación de hospitalización corriente. Sin embargo las noticias no todas son buenas. Desde el segundo día de cuidado crítico, el doctor Sánchez -cirujano a cargo que minutos antes se había mostrado muy optimista por la evolución del cuadro- me informó sobre la posibilidad de haber encontrado, en los controles rutinarios de radiología torácica que se llevan a cabo en la Unidad, diseminación pulmonar del tumor, evidenciada por la aparición de unas imágenes sugestivas de nódulos que nada tenían que ver con el foco infeccioso indagado.
"Al parecer hay metástasis pulmonar", fue lo único que atiné a decirle a quienes preguntaron al respecto.
La pregunta del millón, sobre la conveniencia o no de seguir adelante con el tratamiento integral del cáncer, no me corresponde a mí responderla. En el caso de Gabriel Eduardo, bien puedo decir que a nadie más que a él, que tiene su sistema neurológico indemne -por ahora-, le corresponde decidir si se somete o no a lo que viene (nueva cirugía, quimioterapia, etc.). Es algo muy difícil, no solo para él sino para todos aquellos que por diversos motivos (el único que creo profundamente sincero y despojado de todo interés mezquino, es el de mi papá) lo rodean, nos rodean en este momento. Temí que el jueves o viernes fuera su último día. No por él, sino por cómo dar la noticia. Por tener que reencontrar a esa parte de la familia que no se quiere, peor aún, a la que se ha llegado a odiar.
Un reconocimiento importante para la Fundación Cardio Infantil de Bogotá, que ha logrado -a partir de la implementación de un programa de calidad bien fundamentado- la humanización de algo tan traumático como el nosocomio hospitalario. La irrestricción en las visitas durante los horarios diurnos, ¡algo tan nimio!, se constituye en fuente de confianza para el usuario y sus allegados. A ningún profesional de la salud le da miedo allí que le vean trabajar. Mi respeto absoluto para la institución y sus miembros.
¿Qué más habremos de esperar?

sábado, 16 de septiembre de 2006

Felicidades

Hoy no tengo ganas, estoy aguacatado. Solo desear que sean felices en este día. Ojalá mejore el panorama. Chao.

viernes, 15 de septiembre de 2006

Un reporte y una historia

En la mañana de ayer se sometió a cirugía a Gabriel Eduardo, en la Fundación Cardioinfantil de Bogotá. Se le realizó laringectomía, faringoplastia, vaciamiento ganglionar cervical radical y traquiectomía parcial. Si la evolución es satisfactoria (dentro de lo que cabe la satisfactoriedad en casos tan graves como este), se iniciará quimioterapia antes de quince días. El acto quirúrgico estuvo libre de complicaciones; ahora todo depende de la respuesta del paciente al trauma quirúrgico y a la exéresis tumoral.
Ojala y así sea, que todo evolucione adecuadamente, para bien de él y de todos los que están pendientes de evitarse el dolor de la muerte.
Ahora la historia. Emulando a mi Bebito, que ha dado por contar sus aventuras de iniciación erótica en el blog que les referí en fecha anterior, procedo a narrar mi iniciación homosexual.
Corría el año 1996, mes de agosto, en la hermosa población de Pamplona del Valle del Espíritu Santo, ubicada en el Departamento de Norte de Santander. Hacía poco más de un año que vivía y trabajaba en la ciudad consentida por la niebla. Hermosa población de casi 50.000 habitantes, cuya Calle Real y Plazas Almeyda y Águeda Gallardo se llenaban de juventud mientras las nubes danzaban, impidiendo a veces avistar el otro lado de la acera respirando el vaho de los Andes, y -las más- contemplar un claro cielo atiborrado de estrellas incontables o de sol refulgente de alegría.
Casi convivía con Piedad Ximena, la más inteligente de las damas que sirvió a mi condición de macho irredimible. Fue la única que jamás preguntó por qué o dónde, o cuándo o cómo. De sus labios no se escuchó jamás reclamo ni increpación alguna. Así mismo fue la única merecedora de tanto respeto que jamás me permití mirar hacia los lados, a pesar de los incontables esfuerzos de mujeres, no menos bellas, que veían en mí a un buen partido.
Una noche cualquiera decidimos cenar en Piero´s Pizza, un lugar enclavado en la esquina de la Plazuela Almeyda, casi frente al portal del Hotel Cariongo, sitio de encuentro de la sociedad coica y lugar para degustar -quizás- las mejores pizzas que cualquiera pudiera imaginar en medio del frío atroz de la montaña. Domenicantonio, hijo de Pierino y administrador del lugar, como siempre, muy diligente, nos ofreció una preparación especial, de aquellas que extasiaban su orgullo mientras complacía los más exigentes paladares y sentidos peregrinos.
Mientras se completaba la labor del horno, Javier se acercó -como hubiese podido ser cualquier día- a saludar, con la efusividad de siempre. Una vez retirado, ella, molesta, incrépó por su presencia. Yo, asombrado, pregunté el motivo. Cuál no sería mi sorpresa con la claridad de su respuesta: ¿es que no lo has notado?, ¿es que no te has dado cuenta de cómo te busca y cuánto te mira? Confundido, estupefacto, pregunté la razón de su inquietud. Respondió, sin ningún reparo, que Javier Fernández era un tipo maricón, compañero de andanzas de un reconocido monseñor de la ciudad, que lo único que quería era acostarse conmigo, y que yo, con mi decencia, lo único que lograba era avivar en él los más recónditos deseos.
Mi respuesta -mucho más que comprensible- fue el empute, el inquerir por qué clase de hombre imaginaba ella que yo era, amonestando su actitud y desmintiendo que lo que había entre nosotros no era más que una gran amistad, libre de cualquier clase de dobles intenciones. Que, además, era injusta en las calificaciones que hacía de ese joven, que no era más que un buen amigo de El Mono, que era como cariñosamente llamábamos al tío de nuestro gran amigo Omar Javier, el tío monseñor que todos conocíamos y que nos complacíamos de tener como amigo.
La comida no se consumó.
Esa semana, ya con una curiosidad incontrolable, noté en cada encuentro con Javier una altísima dosis de coquetería, que seguramente no era mayor a la que había tenido conmigo desde que nos conocimos, pero que yo no interpretaba más allá del deseo de una buena amistad. El problema surgió cuando, en vez de molestarme, me agradaba ese interés. Aunque el personaje no era de mi total agrado, por considerarlo a veces incluso almibarado y físicamente no muy agraciado, sí me gustaba encontrarlo, saberlo adulador de mis encantos (!) y deseoso de probarlos.
Lo curioso fue que, en la medida en que aumentaba mi interés por su compañía, disminuía, proporcionalmente, el deseo por la de Xime, que conmigo fue incondicional desde el primer encuentro (ese es mi único dolor gay, lo confieso ahora mismo).
Eso, contrario a lo que cualquiera podría imaginar, no creó alguna clase de sentimiento adverso en mí, ni de conflicto de intereses sexuales, ni de falsas mojigaterías familiares. Decidí probar y me jodí.
No pasó una semana y llegó el momento. Domingo en la tarde. Yo desprogramado. Él desprogramado. Ximena acompañando a su Mamá. Nos encontramos sobre la Calle Real. Alquilamos una película (The Priest). Fuimos al apartamento en el que yo vivía en la Plaza Águeda Gallardo. Pusimos la película, nos acostamos cómodos en la cama, y pasó lo que tenía que pasar. Yo no lo podía creer. Me pareció maravilloso que la magia de dos cuerpos masculinos pudiera ser de tanta versatilidad. Ese tipo de sensaciones era totalmente nuevo para mí. Comprendí, en ese momento, que hasta ese día jamás había tenido sexo antes. Que el esfuerzo que me representaba una erección y un coito heterosexual era producto de mi bien reprimida, escondida e inexplorada mariconería. Que el cuerpo de otro hombre lograría siempre el objetivo eyaculatorio de mis gónadas sedientas de placer.
Reitero, me jodí. Cuando Xime llegó al día siguiente, ya no sentí placer al verla. Ahora me causaba una enorme ansiedad saberla cerca y con ganas. Empecé con dolores de cabeza, con cansancio acumulado. Ya no sabía qué hacer. Ver a Javier cerca me excitaba, me enloquecía pensar en su linda verga y en su turgente culo. Estaba en un gran aprieto cada que me llamaba, estando ella recostada a mi lado, a decirme, casi requerirme, que por qué no estaba con él. Que yo no quería estar con ella. Que me vio de su mano, y que lo que quería era estar acostado con él. Me enloquecían las ganas.
Pudo más la conciencia. Antes de quince días, tan calladamente como hacía todas mis cosas, tan sutilmente como siempre y sin alguna despedida, abandoné la ciudad universitaria, dejé atrás mi condición straight para probar las mieles de los hombres en la capital.
Piedad Ximena, la última mujer de verdad en mi vida, nunca lo supo. Una vez más nos volvimos a ver, meses más tarde, estando yo en compañía de mi amante de turno. Es mi único dolor. Que ella hubiese estado de por medio, porque no fue justo eso con ella, pero gracias a ella, gracias a ella, conocí el placer y abrí el camino para conocer el amor.

martes, 12 de septiembre de 2006

Una invitación


Otra a un blog de un antioqueño habitante de Medellín (no un paisa), que escribe realmente delicioso. Las reminiscencias de los baños de Granahorrar asaltan los recuerdos: http://palacecolombia.blogspot.com/

¡Que los disfruten!

De nuevo en Suba

...y en mi oficio de blogger. Inicialmente pensé que tendría la disciplina para escribir a diario, más ahora que tengo tiempo disponible. Sin embargo, como suele suceder, entre más tiempo libre, menos tiempo para utilizar. ¡Qué vagancia espantosa!
Había quedado comentando sobre el cumleaños de mi Bebito. En realidad no hubo sorpresa, pues no resultó, y si no iba a resultar impecablemente, mejor que no resultara. Casi ni celebración hubo. Ese viernes vimos algún capítulo de la cuarta temporada de Queer As Folk y nos quedamos dormidos. El sábado Ricardo estuvo con la prima en la usual clase de conducción, después se fue con una amiga excompañera de trabajo para cine a ver un hueso de terror (je je jé, por fortuna le tocó a ella y no a mí) y en la noche nos encontramos con Dafne del Carmen y con Heymy Adriana para subir a El Clóset.
Fue una noche interesante, las "niñas" quedaron muy bien impresionadas con el casting, que -a mi modo de ver- no estaba tan espectacular como en otras ocasiones. Aunque bien, sí, había gente bonita como siempre. La música inmejorable, el ambiente muy a propósito para pasar una excelente noche.
El domingo despertamos con sexo salvaje, algo tarde pero delicioso, y fuimos a hacer mercado para preparar un rico almuerzo en casa de Diana Vicolia: medallones de pollo a la plancha, una pasta al pesto y una ensalada de verduras, todo acompañado con pan con ajo y vino blanco. Además de los habituales (Diva, Annie, Diana, Yolanda y yo), estuvo la familia Marín Villa, lo que inicialmente me puso nervioso pero que finalmente fue todo un éxito. Nunca es fácil compartir con la familia política, más cuando se tiene una relación "prohibida" que con el paso de los días se torna cada vez más evidente. Pero, igual y por fortuna, todos felices. Un poco de vino blanco, bebida gaseosa, un rico cheese cake y mucha charla, con recetas incluidas.
Ya en la noche, de nuevo para la casa a ver más Queer As Folk y a descansar temprano.
El resto de la semana normal, hablando y cuadrando un poco lo de los negocios, escribiendo y ajustando contratos, sufriendo por la falta de dinero. Y el viaje.
Mary -mi suegra- compró apartamento hace unos días e invitó a la inauguración oficial. Inicialmente programó una megafiesta con invitación a todos los allegados, con poncho y sombrero. Parece que las expectativas eran desbordantes y de alguna forma se llegó a un acuerdo tácito para hacer únicamente lo justo, acompañada y rodeada de sus seres más queridos, sin tanta algarabía.
El viernes en la noche viajamos -Ricardo y yo- en compañía de Annie Yusilenia (o como quiera que se llame y se esccriba), Diva King Lobo y Diana Vicolia, por supuesto (amigas-compañeras y mi cuñadita). Una mala pasada del autito: casi dos horas varados en medio de la gélida y nublada noche a solo dos curvas de coronar La Línea. Tuvimos mucha suerte, a pesar de todo, porque no caimos en los desagües de las bermas. Adicionalmente logramos pasar para llegar justo a las cuatro de la mañana al nuevo apartamento.
Estaba suntuoso. Todo muy en su sitio, todo muy puesto, muy acomodado, muy bonito, muy arreglado. Es un primer piso, justo al lado de la piscinita y de la parrilla del conjunto. Mary no nos dejó acostar hasta no habernos contado, mostrado, comentado y demostrado absolutamente todo. Obviamente, ya con el amanecer encima, lo mejor era desayunar antes de inflar el colchón para caer en brazos de Morfeo, que todos estábamos rendidos. Ya encerrados en nuestra habitación virtual, ni tiempo de besos y caricias hubo con Ricardo. Además había que estar dispuestos antes del medio día para la llegada de las visitas familiares.
Esa tarde almorzamos oriental, bebimos lo que quisimos y en la noche, a las diez, ya toda la visita había desaparecido. Diana Vicolia y sus amigas de rumba. Mi Bebé y yo de pelea. Confieso que tuve tanta y más ira (vil pecado) que nunca, y reconozco que mi Bebé divino manejó todo como el más inteligente y maravilloso de los esposos, con una altísima dosis de comprensión y de paciencia. Por mi parte debo declararme enceguecido ante unas razones que aún ahora no comprendo, pero que fueron, eso sí, más cuestión de actitud que cualquier otra cosa. Mil perdones, por favor, sin más comentarios ni rubores. Eso me costó una noche en absoluta soledad, espalda con espalda, poco sueño reparador y mucha pensadera sin que él aceptara mi abrazo culpable. En fin, amaneció y me fui a hacer mercado. Un mercado lento, para prolongar el tiempo de descanso sagrado de mi Bebito. En la medida que recorría La 14, se me ocurría qué preparar. Creo que es uno de los almuerzos que con más cariño hicimos en la vida (arroz florentino, molde de papa y pollo, ensalada con uchuvas y helado como postre). Sin embargo, horror, nadie repitió. Parece que fue más nuestro cariño y la expectativa que el resultado de los manjares.
Me sentí desolado y triste.
En la tarde llevamos a Claudia Mary a hacer unas compras, y -después de dejarla cerca al mozo puyón amantísimo- fuimos al sauna. Llegamos tarde pero igual alcanzamos a ver algunos especímenes congéneres bien interesantes.
A Ricardo le gustó, a quién no, un Carlos de piercing (siempre levanta a los mejores) al que se lo iba a meter pero que terminó metiéndoselo mientras yo eyaculaba en su boca. He de confesar (otra confesión) mi aberración por verlo con otro, haciendo parte del cuento. Eso me pone a volar. Casi no alcancé a poner mi erectísima verga en contacto con sus jugosos labios y me estaba viniendo a mares, mientras él gozaba con Carlitos dentro, después de un par de fállidos intentos por sodomizarlo, como hubiera querido.
Casi estaba completa la noche. De allí fuimos a recoger a su hermana, a comer y a dormir plácidamente desnudos.
Ayer, después de dormir casi hasta medio día, almorzamos, alistamos el viaje y regresamos sin contratiempo. Nos acostamos casi a la una de la madrugada. Le repitió el ataque de sexo, pero quedó dormido de inmediato y me imagino todo pendiente para esta noche.
Por otra parte, aún urgido de dinero, necesitando terminar el contrato de Las Américas para formalizar todo y lograr conseguir los recursos para iniciar los trabajos. Hace un rato Rafael Enrique me habló tantas cosas que al final no sé qué me habrá querido decir entre tanta retahíla. Y como siempre, me siento halando solo este proyecto, esperemos que esta vez sí para que produzca a favor mío particular.
Ya mucho, si no demasiado, por hoy. Mi besito y abracito de siempre. (¡La revisada está largaaaa!)

viernes, 1 de septiembre de 2006

¡Cincuenta y dos!

Las visualizaciones del perfil que tengo publicado en el blog. No lo puedo creer, estoy altamente emocionado. Más aún cuando hoy recibí un comentario hecho -creo- por el autor de uno de los blogs más notables de la honorable confederación del arco iris: la franja rosa.
Je je je, me aterra que alguien me esté leyendo. Me siento prohibido.