Ayer pasé el día en el centro, caminando de un lado a otro, entrando a una y a otra iglesia, mirando vitrinas, sin que a nadie le importara. Después llegué a la casa, esperando disfrutar de la única tarde normal con Ricardo, y se le ocurrió llegar más tarde que si hubiera estado de clase en la universidad. Me acosté sin comer, esperándolo como el más grande de los güevones. ¿Quién me manda?