Muchos días han pasado desde mi ultima incursión en este, mi espacio. No existe razón aparente, pues tema hay de sobra. El tiempo no me ha faltado, de hecho visito casi a diario a todos aquellos que frecuento, todos casi que me encantan. He tenido, incluso, espacio para el análisis a partir de lo posteado por los amigos habituales, unos más simpáticos que otros, otros más trascendentes que los primeros, en fin... Siento que ha sido tanto el tiempo que los problemas ya no son los mismos, las preocupaciones escritas se han disipado para dejar pasar nuevos motivos de adversidad y de alegría. Y mi Bebé, es el mismo, por el que lloro, por el que existo, por el que he decidido ser feliz.
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Será este el momento de lamentar la ausencia autoimpuesta de Xavi, que desde Sabadell prefirió dedicarse a menesteres de pronto más productivos. Otro abandono invaluable es el del autor de Basando la vida en el Pene, un oso venezolano que en una diatriba contra sus congéneres, invita a la reflexión en torno a lo que debe significar la bitácora personal, lejos de cualquier amargo gustillo a la fama y a placeres mundanos. Me has puesto a pensar, de repente eres el motivo de mi demora. Suerte, buen pulso y pronto regreso.
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Estoy ampliamente agradecido y admirado por los comentarios -sus comentarios- al ladrilludo post anterior. Agradezco todos los buenos deseos. No había quién se lo "mamara" por denso y aburrido, sin embargo todos y cada uno hicieron lo suyo. Especialmente un hombre virtuoso, que acaparó toda mi atención con la sinceridad de mi principio y su conclusión.
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Estoy en mora de actualizar mi blog, para lo que estoy esperando -bruto yo- comprender la nueva versión. Así es que a todos aquellos que me han vinculado, a los que me visitan con regularidad, les debo mi profundo agradecimiento (¡cuando quieran profundizar!) y mis disculpas por la demora innecesaria, no por no tenerlos como prioridad sino porque me hago horrores al tratar de aprender sobre el sistema. Mil perdones.
Mención muy especial para decent queer, patto, hombresparahombres, raúl y emisiones nocturnas. Me embeleso con todos sus post y quedo noqueado con la indexada. Gracias por el dibujo, jejejeje.
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Y mi Bebé, admiro a mi Bebito. Desde que le cambiaron el proyecto en la oficina, no ha tenido tiempo ni de leer a los amigos. Ahora terminando exámenes mucho menos. Mary -ya los pondré en antecedentes- está aterrada con el hecho de que su muchacho haya pasado de largo el viernes pasado haciendo un trabajo de universidad con un compañero. Nadie, ni Diana Victoria, ni sus compañeras de clase, ni Mary lo podían creer. Es que él no acostumbra hacer esas cosas. Él prefiere ir pianito pianito para que a la hora de la verdad todo esté listo sin necesidad de "clavadas" innecesarias. Mi Bebé es un juicioso lindo aunque a ratos se le revuelvan los genios.
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Nuestra historia -la mía con Ricardo- se inició hace cuatro años, ocho meses y veintiniueve días, exactamente el quince de febrero del año 2002. Ya contará él los pormenores de nuestro primer encuentro. Para el caso, lo importante es que uno de sus amantes habituales -amigo común- nos presentó en esa tarde de viernes.
No habían pasado tres semanas y ya dormía conmigo casi que a diario. Su Madre, natural de La Virginia, ha hecho su vida en la trasnochadora, querendona y morena ciudad de Pereira. Su hermana mayor es profesora de primaria en una escuela perdida ubicada en Santuario, un igualmente perdido municipio del Departamento de Risaralda. Su hermana menor -él es el del medio, único varón- estaba recién llegada a la capital, en donde comenzaba a estudiar Tecnología en Electrónica y Comunicaciones en el ITEC, el desaparecido instituto de la igualmente desaparecida Empresa Nacional de Telecomunicaciones TELECOM, la misma tecnología que mi Bebé estudiaba con cuatro semestres de ventaja.
Estaban instalados en una vivienda estudiantil cercana al ITEC, en donde compartían habitación. Diana Victoria, a la postre mi cuñada, encontró muy conveniente el traslado virtual de Ricardo a vivir conmigo, porque de alguna forma eso liberaba espacio y le permitía una descomplicada convivencia con quien hasta hace poco hiciera las veces de su príncipe consorte, hoy "exiliado" en Alemania.
A los dos meses arrendamos un bonito apartamento, estrenamos todos y cada uno de los enseres; lo convertimos en un bello rincón gay en medio de la prestigiosa Avenida Pepe Sierra ubicada al norte de Bogotá. Así empezamos a hacer vida en común. Ya en ese momento se podía decir, a solo dos meses de haber tenido sexo por primera vez, que estábamos casados.
La lejanía de Mary, su Mamá, era muy conveniente para mí, pues lo tenía a mi entera disposición. Fue una época de gloria: un buen cargo, un salario decente, un novio bonito, una posición de prestigio en el medio...
Su papá, aunque vivía en Bogotá, no ocupaba mucho de su vida: un par de almuerzos al año, unas contadas conversaciones telefónicas durante el semestre. Nada por qué preocuparme.
Salir con Ricardo era delicioso, lo sentía y lo sabía obnubilado, le gustaba todo lo que yo decía, devoraba cada una de las palabras que yo mencionaba. Podía pasar horas y horas mirándome interactuar con el mundo, sabiéndose fascinado. Sus ojos, de solo hallarse a mi lado, brillaban con júbilo. Logró enamorarme. (¡Qué vanidoso me siento!)
Ocasionalmente su Mamá llamaba al apartamento, creyendo seguramente (o eso pretendíamos nosotros creer que ella creía) que se trataba del lugar de vivienda de alguno de sus compañeros de estudio. Mary, muy seria, preguntaba por Ricardo Parra, que -acostado al lado mío- se turbaba tanto como yo por las inesperadas llamadas, a las horas más inverosímiles.
Cada que ella venía a Bogotá, antes de comprarles a Diana Victoria y a Ricardo el apartamento en Capellanía, dormía en donde Aliria María, una de sus hermanas, abogada. Ya con el apartamento fruto de la jugosa liquidación de TELECOM, tenía a dónde llegar, lo que significaba el trasteo de mi Bebé para pretender que ella no se daría cuenta. Eso, obviamente, gracias a mi poco entendimiento, nos trajo más de una discusión pendeja.
Un jueves cualquiera Ricardo me llamó y me dijo que si esa noche íbamos a donde su Mamá que necesitaba que la viera un médico. Lo increpé aturdido por lo absurdo del requerimiento, a lo que me respondió que no había problema, que él buscaba a alguien más que sí estuviera en disposición de hacerle el favor. Me convenció.
Por los enredos de la liquidación de TELECOM, ella -que estaba recién hipermegapensionada- no tenía servicio de salud y refería un dolor lumbar que bien parecía tenerla al borde de la discapacidad.
Ricardo, saliendo de la oficina, me recogió y nos fuimos para Capellanía. Yo no me hallaba, no sabía qué pensar, no imaginaba qué decir ni cómo reaccionar. Aunque la había visto un par de veces, tenía terror por el encuentro. Mary Villa Zapata bien podría ser una mezcla perfecta entre Pancho Villa y Emiliano Zapata. Así de arrolladora puede ser su presencia.
Serían las siete de la noche pasadas cuando Ricardo accionó el timbre. Ella salió a recibirnos, con una sonrisa que yo no podía creer. Mucho abrazo y gran bienvenida. En cuanto entramos al apartamento, observando la mirada de Diana Victoria, mi Bebé y yo comprendimos que todo había sido un montaje para mi "ingreso" a la familia.
Después de comer, le hice la consulta, tomé sus signos vitales, la interrogué y la examiné tratando de ser el más convincente de los profesionales.
Cerró la puerta con llave, abrió una botella de whisky, nos emborrachamos, fumamos, bailamos, nos juramos amor eterno y pasé a ser uno más de sus protegidos. Desde entonces llegamos (dormimos) a su apartamento en Pereira, organiza paseos y planea viajes, llama y nos regaña, le encanta que le cocinemos... Ya hago parte de su familia, en lo que Ricardo -claro- me permita. Con sus tíos, con sus primas, con sus amigos.
Nuestra última charla fue antier, cuando le comenté que Ricardo está muy juicioso trasnochando para las tareas de la universidad, cuando me dijo que llamara a su nieta para aconsejarla de estudiar, cuando le dije que la visitaríamos en el primer puente de diciembre, cuando me dijo que necesitaba que Ricardo se graduara rápido para trasladarnos, todos, a Puerto Rico a hacer vida allá, cuando le dije que cómo pasó su cumpleaños y me dijo que aún no terminaba de celebrarlo.
Mary Villa Zapata, la generala. Cualquier parecido con Miranda es mera coincidencia. Je je jé.
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Y con el perdón de mi Bebé, que tiene una Mamá muy verraca!!!