jueves, 28 de septiembre de 2006

Último reporte

Ayer, cerca de las nueve de la noche, el menor de mis tíos paternos, Gabriel Eduardo, entró nuevamente a cirugía, esta vez para una limpieza profunda de su lesión quirúrgica previa. Pasadas las once de la noche ya estaba en su habitación, en aparente buen estado general.
A las 3:37 de la mañana recibí llamada de Leonor Aydeé, informándome acerca de su muerte. Salí de inmediato a recogerla para ir a la Fundación Cardio Infantil a iniciar los trámites para las exequias. Sentí un dolor de espíritu muy fuerte, de esos que se sienten en el pecho y que no creí sentir por él. De nuevo reconocimiento y agradecimiento para la institución y para el doctor Sánchez de Guzmán, su cirujano.
En la clínica nos esperó Wilson, que lo acompañó hasta el último momento. Nos contó que Gabriel se desangró, que fue algo muy rápido, de minutos, inesperado porque estaba estable y se sentía bien, De hecho ya se había levantado al baño. Con Leonor Aydeé bajamos a la morgue, aún tibio, pero con expresión serena y segura. Eso me traquilizó(!). Su rostro me recordó el de Tía Nena, como si hubiera sido ayer que la vi por última vez.
Lo más difícil -lo sabía- hablar con papá después de darle la noticia. Me instruyó respecto a lo que quiere para las honras fúnebres: velación y misa en el mismo sitio en donde se hizo lo de Tía Nena, San Juan de Ávila, muy en contra de lo que querría haber hecho tío Guillermo, que no vale la pena siquiera comentar.
Mi sentido pésame y mi deseo por su bienestar donde sea que pueda uno estar después de este terrenal mundo. Acompañado de quienes más lo quisieron, la Abuelita Leonor, el Tío Jaime y la Tía Nena. Felicidad eterna para ellos, siempre lo merecieron.