Desde que tuve la oportunidad de leer la reseña hace menos de dos semanas en la revista Eskape -uno de mis suplementos preferidos en El Tiempo- me hice al propósito de ir a verla, a pesar de lo precario de la situación económica. Esta tarde, cuando mi Bebé determinó que la mejor forma de tener la excusa de vernos era invitándome a cine, no vacilé un segundo en decirle que era esa y no otra la película elegida. Busqué la sala y el horario más convenientes por la red.
Me recogió cerca de las seis y media de la tarde, me llevó a San Rafael (hace más de tres años decidimos ir a cine únicamente a salas de Cinemark), comimos y entramos a la sala. Empecé un poco asustado por la bajísima asistencia: cuatro "comensales". Pero en cuanto empezó la presentación, no tuve la más mínima duda de estar frente a una película, al menos, rescatable. Me hubiese atormentado haber resultado viendo un hueso. Es algo casi intolerable para mí. Ricardo es más indulgente al respecto.
La historia muy ingeniosa, como suele suceder con todo el cine español de vanguardia, historias que se van hilando irremediablemente de manera imperceptible. Las actrices de primerísima categoría. Los actores, hasta en los roles heterosexuales, bellísimos. Cada uno con un encanto muy especial, muy a pesar de su heterogeneidad. La forma, divertidísima, con el lleno de conflictos suficientes para provocar la sonrisa angustiosa que finalmente provoca un feliz resultado.
Enmarcada en un momento histórico del logro de los derechos civiles y sociales peninsulares, invita a una refrescante y sosegada reflexión en torno al amor, con los maricas como su mejor excusa, pero al fin y al cabo solo amor, del más cursi, del más perverso y sano amor posible, ocasionalmente sólo comprendido por los gays.
Creo que es mi más sincera recomendación: Reinas. Disfrútenlas, pueden estar retratando a sus reinas y a Ustedes-nosotros mismos.
Besitos y que ojalá alcancen antes de que desaparezca de cartelera.
Ah, es tan buena, que mi Bebé me pidió que se la regalara.